viernes, 22 de marzo de 2013

El arte de morir


Por Gilberto Prado Galán
Académico de la UIA

Si suscribimos la ecuación muerte-novela, donde todo el mundo sabe qué va pasar, pero nadie sabe cómo, la muerte más artística es la de quien sabe, mucho tiempo antes de que ocurra, la forma específica de la partida: alguien que padece una enfermedad incurable y que la batalla durante varios años, por ejemplo.
Es muy rara la muerte por elección cuya trama fue ideada varios meses antes de su puesta en marcha: el suicida decide interrumpir el río de sus horas casi siempre en la víspera, cuando la novela agoniza y su autor emprende la escritura de las últimas páginas.
Las mejores novelas, como las mejores muertes, son aquellas en donde el autor conoce no sólo el fin sino la manera en que éste habrá de ocurrir. Los caídos por causa de accidentes y que sufren lo que con enorme torpeza denominamos una muerte natural, son protagonistas de una novela fallida, donde el súbito final es gratuito, impuesto por la circunstancia, no planeado ni deliberadamente inducido por el autor.
Quizá la elección de la forma concreta de morir tenga qué ver, aún más, con la elección de la propia enfermedad, del malhadado recurso literario de conocer qué provocará el desenlace. Ningún enfermo de cáncer elige morir de tan deplorable manera. Incluso los fumadores odian la sola posibilidad de la muerte por cáncer.
Entre todas las muertes, por la elección de la enfermedad y por el conocimiento previo y calculado del desenlace (aunque éste sobrepuje en terriblez todas las previsiones del autor, por el desquiciamiento interno y libérrimo del protagonista), la más artística es la provocada por el alcoholismo crónico. El autor de la novela de su vida elige morir lentamente, sabe cómo va a morir (y no descarta ser arrollado por un vulgar automóvil a la vuelta de la esquina) y pone los medios necesarios para que la resolución tenga éxito, no para que sea feliz, por supuesto.
La consunción que provoca el alcohol, en quien ha elegido quemar sus días con ese lento fuego, se parece al consejo de Edgar Allan Poe en el sentido de que todo lo puesto en un cuento, desde la primera palabra, deberá estar orientado hacia la consecución de un deliberado efecto.
 Es cierto que las múltiples causas concretas del arte de morir, en quien ha elegido el alcoholismo como principal estratagema, son un cómo acaso imprevisible: paro respiratorio, cirrosis, infarto, etcétera. Pero esas derivaciones ya no forman parte de la intención original del autor, y pueden ser inocentes erratas que en una siguiente edición alguien que no será el autor aconsejará que desaparezcan.

martes, 19 de marzo de 2013

Se expande culto a la muerte desde reclusorios: Kristense


 
En México, los internos en Centros de Reinserción Social y sus madres son quienes más rinden culto a la Santa Muerte, devoción que va en aumento porque hay una necesidad crítica de seguridad dentro de las cárceles y por el contexto de violencia que impera en el país, reveló el antropólogo Regnar Kristenser, profesor invitado del Posgrado en Antropología de la Universidad Iberoamericana.
 
De acuerdo con los resultados de su trabajo de campo, al realizar entrevistas a profundidad y el registro visual de más de 130 altares a la Santa Muerte en México, los devotos encuentran más justicia en la muerte que en las instituciones, “acuden a ella por su necesidad de justicia o de venganza, porque quienes están recluidos afrontan una prueba difícil, no es un lugar bueno para vivir, es violento y está abandonado por las autoridades”.
 
Aseguró que la Santa Muerte no es un ser satánico y que su labor colectiva es por el bien de todos, la adoran prostitutas, grupos delincuenciales, “buenos y malos” por igual y no pone en riesgo la seguridad nacional, “no por adorar esta imagen la violencia aumenta en el país, sino que es un elemento más del folclor mexicano”.
 
Los devotos encuentran en ella a “una santa imperfecta y poderosa, sin culpa y bondadosa, con temperamento, más allá del bien y del mal, es ambigua porque concede milagros a los deseos puros e impuros”, apuntó.
 
Detalló que esta ambigüedad la hace más humana, “no concede perdón por los actos anteriores, los fieles no van por ella para salvarse, sólo buscan posponer el momento de rendir cuentas frente al Dios todopoderoso”.
 
El antropólogo danés de la Universidad de Copenhagen comprobó que los altares públicos de este culto no se encuentran en los lugares más pobres de México, sino en contextos con más economías informales y clandestinas, donde un número considerable de sus habitantes ha conocido la cárcel, precisó.
 
Orígenes
La fusión de dos diferentes figuras de la muerte: La Catrina, creación de José Guadalupe Posada y la Santísima Muerte, imagen divina, configuran a la Santa Muerte, caracterizada por su fuerza humana y folclórica: la llaman "Niña Blanca", "Hermana Hermosa", "Madrecita", "Madrina" y "Comadre".
 
Comentó que la señora Enriqueta Romero Romero fue la primera vecina del barrio de Tepito que erigió un gran altar a la Santa Muerte, en su figura tridimensional, en el año 2001; pero su antecedente se encuentra en la colonia Buenos Aires donde inició la novena en 1997, sin embargo tiene reminiscencias prehispánicas por el culto al Mictlán.
 
Regnar Kristenser es autor de "La muerte de tu lado", editado por Casa Vecina, con fotografías de Claudia Adeath, como parte de su investigación "¿Cómo se santificó la muerte? El surgimiento y expansión de la Santa Muerte en México".
 
El investigador fue invitado por el doctor Roger Magazine, coordinador del Posgrado en Antropología de la Ibero, el único en México con nivel de competencia internacional que otorga el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).