“Para Cortázar, una manera de hacer la revolución es con el lenguaje, para que éste pueda decir las cosas de otra manera, y no con el discurso 'revolucionario', que se desgasta, que se convierte en retórica. Es incuestionable el compromiso de este autor con la realidad política y social de Latinoamérica, pero también con la literatura”, aseguró el doctor Alcántara.
“Él había pasado de aquel lenguaje realista y descriptivo, a un lenguaje más lenguaje: en donde el placer estaba en las palabras, y no tanto en las descripciones”, afirmó.
La importancia de Cortázar para las letras contemporáneas, afirmó el autor de Rodolfo Usigli y el nacionalismo mexicano, recae en que su literatura jamás se torna sirviente de la ideología, pese a reflejar el contexto político latinoamericano: mantiene su integridad, lo que la hace realmente útil.
“Cuando la literatura se convierte en un instrumento ideológico deja de ser útil”, mencionó Alcántara.
Con respecto al uso del lenguaje que hace el autor homenajeado el día de hoy, al que Alcántara Mejía llamó “lúdico, y muy divertido”, recordó que Cortázar y sus contemporáneos contribuyeron a una nueva manera de hablar, a la creación de una narrativa urbana, realista y con dosis de buen humor.
“Historias de cronopios y de famas podría considerarse un Mafaldaintelectualizado, porque tiene el mismo tipo de humor y de juegos, pero también hace referencia constante a la realidad, desde otra perspectiva”, señaló el investigador, en una referencia a la tira cómica de Joaquín Lavado Quino.
Sobre la cualidad “juguetona” de la forma de escribir de Cortázar, habló del capítulo 68 de la novela Rayuela, donde el autor describe una escena entre dos enamorados con palabras en glíglico, un lenguaje inventado.
“No sabes de lo que se está hablando en este pasaje, pero tiene sentido: existen connotaciones sexuales y eróticas, gracias al sonido del lenguaje y la combinación existente entre algunas palabras, pero es el lenguaje mismo el que tiene su propio peso”, clarificó.
Alcántara Mejía retomó el hecho de que Cortázar sí utiliza el contexto social, político y cultural que existió a su alrededor, desde un lenguaje que adquiere una textura poética, y no desde el discurso político o “revolucionario”.
“Este autor en algún momento tiene que responder. En sus primeros cuentos y novelas es muy criticado, pues parece que no tiene implicaciones políticas. Sin embargo, yo creo que Cortázar es irónico. Aborda los hechos con mucha seriedad”, afirmó el investigador.
Cortázar estuvo inmerso en diversas causas sociales latinoamericanas: desde su primera visita a Cuba en 1963, contribuiría a la liberación de presos políticos y se solidarizaría con Salvador Allende en Chile. Pese a su activismo, procuró que su literatura se mantuviera alejada de las trampas ideológicas, precisó Alcántara.
“Su última novela, Libro de Manuel, trata de unos argentinos medio locos en Europa que tratan de organizar un movimiento político, y en medio de la narración de la novela se insertan recortes de periódico que hablan de la tortura en América Latina”, ejemplificó el académico, como una de las obras en las que Cortázar ejerce la crítica, sin trastocar la parte literaria.
La importancia de Cortázar para las letras contemporáneas, afirmó el autor de Rodolfo Usigli y el nacionalismo mexicano, recae en que su literatura jamás se torna sirviente de la ideología, pese a reflejar el contexto político latinoamericano: mantiene su integridad, lo que la hace realmente útil.
“Cuando la literatura se convierte en un instrumento ideológico deja de ser útil”, mencionó Alcántara.
Con respecto al uso del lenguaje que hace el autor homenajeado el día de hoy, al que Alcántara Mejía llamó “lúdico, y muy divertido”, recordó que Cortázar y sus contemporáneos contribuyeron a una nueva manera de hablar, a la creación de una narrativa urbana, realista y con dosis de buen humor.
“Historias de cronopios y de famas podría considerarse un Mafaldaintelectualizado, porque tiene el mismo tipo de humor y de juegos, pero también hace referencia constante a la realidad, desde otra perspectiva”, señaló el investigador, en una referencia a la tira cómica de Joaquín Lavado Quino.
Sobre la cualidad “juguetona” de la forma de escribir de Cortázar, habló del capítulo 68 de la novela Rayuela, donde el autor describe una escena entre dos enamorados con palabras en glíglico, un lenguaje inventado.
“No sabes de lo que se está hablando en este pasaje, pero tiene sentido: existen connotaciones sexuales y eróticas, gracias al sonido del lenguaje y la combinación existente entre algunas palabras, pero es el lenguaje mismo el que tiene su propio peso”, clarificó.
Alcántara Mejía retomó el hecho de que Cortázar sí utiliza el contexto social, político y cultural que existió a su alrededor, desde un lenguaje que adquiere una textura poética, y no desde el discurso político o “revolucionario”.
“Este autor en algún momento tiene que responder. En sus primeros cuentos y novelas es muy criticado, pues parece que no tiene implicaciones políticas. Sin embargo, yo creo que Cortázar es irónico. Aborda los hechos con mucha seriedad”, afirmó el investigador.
Cortázar estuvo inmerso en diversas causas sociales latinoamericanas: desde su primera visita a Cuba en 1963, contribuiría a la liberación de presos políticos y se solidarizaría con Salvador Allende en Chile. Pese a su activismo, procuró que su literatura se mantuviera alejada de las trampas ideológicas, precisó Alcántara.
“Su última novela, Libro de Manuel, trata de unos argentinos medio locos en Europa que tratan de organizar un movimiento político, y en medio de la narración de la novela se insertan recortes de periódico que hablan de la tortura en América Latina”, ejemplificó el académico, como una de las obras en las que Cortázar ejerce la crítica, sin trastocar la parte literaria.