Carlos Gómez, psicoanalista y académico de la UIA
Sin duda alguna el filósofo más importante aún vivo, y quien será el filósofo más trascendental para este siglo, es el franco-marroquí Alain Badiou. Para él la filosofía únicamente es posible si se compone de cuatro condiciones: la política, el arte, la ciencia y el amor. Sobre estas condiciones le ha dedicado un libro completo a cada una… excepto al amor. Pero no fue hasta noviembre del año pasado cuando su última publicación Éloge de l’amour abordó el tema del amor con profundidad.
El filósofo y profesor de la École Normale Superieure se pregunta con rigurosidad y mucha pasión sobre lo que hoy se entiende por amor en nuestro mundo. Para él, se torna imprescindible “reinventar el riesgo y la aventura contra la seguridad y la comodidad”. Badiou está convencido que si el amor es el tema que más interesa a los humanos es justamente porque es lo que dona a la vida de intensidad y significación. Es por ello que lamenta que hoy al amor se le confine al régimen de la ausencia total de riesgos.
El amor en Facebook, donde el perfil de la posible pareja contenga su foto, sus gustos, sus hobbies, su profesión, etcétera, es posible como una inmunización al riesgo. El amor hoy está “descafeínado”, es decir, se intenta tomar con todo su sabor pero sin sus riesgos y consecuencias inherentes. Los títulos de los libros de superación personal y la literatura “Sanborns” son ejemplares: “¡Oye! Tu alma gemela te está esperando”, “¡Libérate de la manipulación!” o “El amor no tiene que doler”.
La figura de un coach que nos daría los mejores consejos sobre las artes amatorias bien podrían ser Gaby Vargas, Deepak Chopra o Jorge Bucay: serían ellos quienes nos liberarían del peso del amor para asegurarnos la insoportable levedad de la paz y la armonía.
Pero esta amenaza se cierne sobre el amor por dos flancos: por su lado izquierdo por una concepción libertaria que lo reduce únicamente a las variaciones sobre el sexo; por el lado derecho por la concepción liberal que lo subordina al contrato, el matrimonio y la familia.
Los primeros afirman el derecho de los individuos democráticos “el goce bajo todas sus formas, sin ver que, en un mundo mercantil, sirven de precursores de la pornografía, uno de los mercados planetarios más importantes”. Los últimos ven el amor como un contrato entre dos individuos libres e iguales: no podemos olvidar que el matrimonio toma su etimología de “madre”, lo que asignaría al género femenino el lugar de madre únicamente, su contraparte sería el patrimonio.
Maternidad y propiedad definen el amor bajo el contrato conservador del Estado. Conviene recordar aquí las ideas (parafraseadas) de dos filósofos alemanes: 1) Kant: “el matrimonio es un contrato que asocia a dos personas de distinto sexo para la posesión mutua de sus atributos sexuales toda la vida”; 2) Schopenhauer: “Las mujeres son una trampa que la especie humana plantea a los individuos para reproducirse”.
Engatusamiento y contrato son los dos momentos que la derecha ve en el amor; cinismo y placer las condiciones que la izquierda propone.
“El amor es el examen del mundo desde el punto de vista del Dos” continúa nuestro filósofo, lo que quiere decir que es la apuesta (con riesgos) de pensar el mundo juntos sabiendo que lo único que los une es la diferencia (conjunción disyuntiva diría su maestro Gilles Deleuze).
“El amor es el examen del mundo desde el punto de vista del Dos” continúa nuestro filósofo, lo que quiere decir que es la apuesta (con riesgos) de pensar el mundo juntos sabiendo que lo único que los une es la diferencia (conjunción disyuntiva diría su maestro Gilles Deleuze).
Las decisiones más fuertes en el amor ponen en riesgo la fragilidad de la diferencia que los une: un cambio de trabajo, el nacimiento de un hijo, las enfermedades, grandes cambios en la vida, etcétera. “Punto por punto” se construye el amor a través de la diferencia.
Para Badiou los enemigos del amor son la familia (que traicionaría el dos de la diferencia por el tres), el egoísmo (que se atrinchera en dos unidades separadas) y la posesividad pasional (que fusiona el dos en un Uno que sofoca). En cada decisión se juega la fidelidad o la posible traición del amor.
El amor se inicia en el encuentro azaroso para convertirse en un Dos, luego la vida de a dos se construye y el amor se realiza en la duración de esa experiencia: no es simple encuentro fugaz sino la perseverancia de experimentar el mundo a través del Dos y construir la eternidad desde la diferencia.