jueves, 28 de enero de 2010

El amor es violento, irresponsable y creador


Carlos Gómez, psicoanalista y académico de la UIA


Sin duda alguna el filósofo más importante aún vivo, y quien será el filósofo más trascendental para este siglo, es el franco-marroquí Alain Badiou. Para él la filosofía únicamente es posible si se compone de cuatro condiciones: la política, el arte, la ciencia y el amor. Sobre estas condiciones le ha dedicado un libro completo a cada una… excepto al amor. Pero no fue hasta noviembre del año pasado cuando su última publicación Éloge de l’amour abordó el tema del amor con profundidad.

El filósofo y profesor de la École Normale Superieure se pregunta con rigurosidad y mucha pasión sobre lo que hoy se entiende por amor en nuestro mundo. Para él, se torna imprescindible “reinventar el riesgo y la aventura contra la seguridad y la comodidad”. Badiou está convencido que si el amor es el tema que más interesa a los humanos es justamente porque es lo que dona a la vida de intensidad y significación. Es por ello que lamenta que hoy al amor se le confine al régimen de la ausencia total de riesgos.


El amor en Facebook, donde el perfil de la posible pareja contenga su foto, sus gustos, sus hobbies, su profesión, etcétera, es posible como una inmunización al riesgo. El amor hoy está “descafeínado”, es decir, se intenta tomar con todo su sabor pero sin sus riesgos y consecuencias inherentes. Los títulos de los libros de superación personal y la literatura “Sanborns” son ejemplares: “¡Oye! Tu alma gemela te está esperando”, “¡Libérate de la manipulación!” o “El amor no tiene que doler”.


La figura de un coach que nos daría los mejores consejos sobre las artes amatorias bien podrían ser Gaby Vargas, Deepak Chopra o Jorge Bucay: serían ellos quienes nos liberarían del peso del amor para asegurarnos la insoportable levedad de la paz y la armonía.

Pero esta amenaza se cierne sobre el amor por dos flancos: por su lado izquierdo por una concepción libertaria que lo reduce únicamente a las variaciones sobre el sexo; por el lado derecho por la concepción liberal que lo subordina al contrato, el matrimonio y la familia.


Los primeros afirman el derecho de los individuos democráticos “el goce bajo todas sus formas, sin ver que, en un mundo mercantil, sirven de precursores de la pornografía, uno de los mercados planetarios más importantes”. Los últimos ven el amor como un contrato entre dos individuos libres e iguales: no podemos olvidar que el matrimonio toma su etimología de “madre”, lo que asignaría al género femenino el lugar de madre únicamente, su contraparte sería el patrimonio.


Maternidad y propiedad definen el amor bajo el contrato conservador del Estado. Conviene recordar aquí las ideas (parafraseadas) de dos filósofos alemanes: 1) Kant: “el matrimonio es un contrato que asocia a dos personas de distinto sexo para la posesión mutua de sus atributos sexuales toda la vida”; 2) Schopenhauer: “Las mujeres son una trampa que la especie humana plantea a los individuos para reproducirse”.


Engatusamiento y contrato son los dos momentos que la derecha ve en el amor; cinismo y placer las condiciones que la izquierda propone.
“El amor es el examen del mundo desde el punto de vista del Dos” continúa nuestro filósofo, lo que quiere decir que es la apuesta (con riesgos) de pensar el mundo juntos sabiendo que lo único que los une es la diferencia (conjunción disyuntiva diría su maestro Gilles Deleuze).


Las decisiones más fuertes en el amor ponen en riesgo la fragilidad de la diferencia que los une: un cambio de trabajo, el nacimiento de un hijo, las enfermedades, grandes cambios en la vida, etcétera. “Punto por punto” se construye el amor a través de la diferencia.


Para Badiou los enemigos del amor son la familia (que traicionaría el dos de la diferencia por el tres), el egoísmo (que se atrinchera en dos unidades separadas) y la posesividad pasional (que fusiona el dos en un Uno que sofoca). En cada decisión se juega la fidelidad o la posible traición del amor.


El amor se inicia en el encuentro azaroso para convertirse en un Dos, luego la vida de a dos se construye y el amor se realiza en la duración de esa experiencia: no es simple encuentro fugaz sino la perseverancia de experimentar el mundo a través del Dos y construir la eternidad desde la diferencia.

jueves, 21 de enero de 2010

Irresponsabilidad social


Francisco V. Galán, director de Medio Universitario
UIA

De repente se puso de moda. ¿Qué hay de malo con la moda? La verdad sí hay mucho de malo. Durante su dominio es una tirana absoluta. Quien no viste, habla, se comporta, come, lee, etc., así, está perdido, afuera, en el pasado, en la insignificancia. Todavía eso lo paso, pero lo peor es después de la resaca, ya que ahora la moda anterior es lo más insignificante y sin valor que hay.


Son como aquellas novias que uno tanto amó y que por alguna razón no funcionó, o bien lo dejaron a uno. Donde sólo había complacencia ahora sólo hay reproches. Eso está pasando con la “responsabilidad social”. La palabra no es mala, por el contrario es bastante buena, es muy completa, permite incluir matices profundos. Filantropía no compite con ella.


Programas sociales, acción social, promoción, ayuda, solidaridad, civismo, ética, coherencia, integridad. La responsabilidad social incluye esos matices y aún más. En las propuestas hacia el ISO 26000 se están considerando siete rubros. Nosotros en la Asociación de Universidades Jesuitas de América Latina (AUSJAL) estamos hablando de cinco dimensiones o impactos.


La palabra combina muy bien la coherencia y cuidado de lo interno de una organización, con la atención a los deberes cívicos, el medio ambiente, la incorporación y promoción de los excluidos.
Pero se puso de moda. Ahora las empresas se quieren certificar como socialmente responsables. Las compañías más lucrativas en los negocios más mercantilizados de lo humano apoyan al TELETON o a causas socialmente responsables.


Tal vez veamos una asociación de pederastas construyendo un orfanatorio. No sé por qué me quejo si la ambigüedad es el pan nuestro de cada día, si somos una sociedad que olvida rápida y fácilmente las atrocidades del góber precioso y su círculo de amigos. (Y por favor que algún lector no me ponga en el extremo mnemotécnico de Martín Esparza de decir que hacía su marcha el 5 de diciembre porque él sí tenía memoria histórica de los sucesos de ¡¡¡ 1911 ¡!!).

En la cresta de la ola, ahora viene el lucro de las certificadoras y “promotoras” de la responsabilidad social empresarial. Los gobiernos de los estados organizan sus ferias y encuentros. Las universidades nos peleamos por ver quién está a la cabeza en acciones sociales.


Surgen organizaciones que compiten por el pastel ¡Cómo si fuera para presumir lo que nos debería dar vergüenza!

¿No hay nada bueno en esta moda? Sí, sí veo cosas buenas. Lo dije el otro día en una reunión de las que están de moda. Hay empresas un poco más serias en el tema que quieren eficiencia también en el manejo de los recursos que invierten en la moda y en cierta liberación de la presión fiscal. (¿No sería más responsable pagar los impuestos?) Esa exigencia de eficiencia, sí ha traído ventajas.


Hay buenos proyectos que se están promoviendo y que sí están beneficiando a grupos vulnerables. Hay historias de éxito. Son muy pocas, son completamente insuficientes, y casi no se están replicando, pero existen. ¡Y en este país!

Ya lo dije mi temor no es ahora, mi angustia es cuando en cinco o seis años la moda cobre su nueva víctima y entonces pensemos que hicimos bien en no tomarnos tan en serio la responsabilidad social, que hicimos bien en conformarnos con nuestro maquillaje y nuestros lentes para el sol. Para que tanto brinco si ya hay voces científicas de que el cambio climático quizás no es culpa nuestra…..

miércoles, 13 de enero de 2010

Hablar por teléfono


Alfonso Mendiola

Departamento de Historia, UIA


¿Cómo ha cambiado la evolución del teléfono la toma de decisiones? Para pensar esto debemos comenzar por la conversación más natural: la que realizamos con otra persona en un mismo lugar. Si nos detenemos en la comunicación cara a cara, debemos sacar la conclusión de que una decisión se tomaba, por dos personas o un grupo, en un espacio particular: la sala de juntas.


La sala de juntas obligaba a planear con anticipación las reuniones y el tiempo que iban a durar. Por otro lado implicaba el desplazarse de la casa al lugar de la reunión. Si añadimos que no había teléfono, las reuniones se tenían que programar con mucha anticipación y por un largo periodo.


Lo anterior significa lo siguiente: todos los participantes en la toma de decisión sabía que tenían que verse todos, y digo todos, los jueves de fin de mes a una hora determinada y en la sala de juntas. Pensemos el tiempo que eso implicaba y la planeación que exigía. Hay algo que quiero destacar de esta forma de tomar decisiones: los cuerpos y los rostros se hacían presentes. La gente se sentaba alrededor de una mesa y se veían los rostros unos a otros.

Después vino el teléfono fijo. A partir de ese momento las personas se podía citar de una semana a otra, es decir, las juntas no estaban calendarizadas, podían ser en cualquier momento. Los participantes podían saber con anticipación lo que se iba a tratar en cada reunión. Aún más, haber conversado con algunos de los participantes para llevar una propuesta común. De alguna forma la junta estaba preparada en sus contenidos de manera previa. Un límite era que no se podía encontrar a las personas en cualquier momento y cualquier lugar, pues el teléfono estaba o en la casa o en la oficina. Las personas no estaban al alcance en cualquier lugar y en cualquier momento. De alguna forma había que anticipar las cosas, nada al momento.

Finalmente llegó el teléfono móvil o celular, y lo vino a cambiar todo. Mientras que la llamada al teléfono fijo comenzaba por “bueno”, “con quien hablo”, “se encuentra tal persona”, etcétera. El teléfono móvil o celular construye una forma de comunicación absolutamente inédita.


La conversación comienza por la enigmática pregunta “en dónde te encuentras”, pues el móvil posibilita la ubicuidad absoluta. Para entender lo anterior bastaría con que cada lector pensara en que lugares ha contestado su celular: el coche, caminado por una pasillo, en un restaurante, en un cine, etcétera. La segunda pregunta es “puedes hablar, no te interrumpo”.


Todo los lugares en que se podría estar cuando se contesta un celular hacen que transformemos nuestra concepción de la comunicación. ¿Quién no ha visto a personas caminando por una calle y hablando por el celular? Ahora estamos a disposición permanente todo el tiempo. Hay de aquel que no conteste su celular. Estamos ante un mundo de la disposición absoluta. Este invento ha construido un mundo de la toma de decisiones totalmente nuevo.


En cualquier momento se puede tomar o cambiar una decisión. Hemos entrado en el mundo del tiempo cero, es decir, todo se hace al momento. El mundo del teléfono celular es el mundo donde sólo existe el presente inmediato, ya no hay pasado ni futura. El teléfono móvil como el imperialismo del presente. Por todo lo dicho, hagamos un homenaje, en este diciembre, a los hombres que se toman su tiempo para reflexionar con calma lo que deben hacer.