jueves, 11 de marzo de 2010

A propósito de Chalco


Gabriela Estrada
División de Estudios Sociales, UIA


Es un hecho recurrentemente constatable que el territorio contiene por naturaleza, pero también por la forma en que las sociedades lo ocupan, un cierto número de riesgos. Manejarlos, adaptarse, incluso servirse de ellos, ha sido siempre parte de la dinámica urbana. Sin embargo, el rápido crecimiento de las ciudades en la segunda mitad del siglo pasado, vino a modificar las prácticas de ocupación del territorio y a intensificar la exposición a los peligros presentes en el mismo.

Los primeros ejercicios de planificación urbana se orientaron a resolver las contradicciones inherentes a las ciudades, pero no es sino hasta muy recientemente que la problemática de los riesgos se ha incorporado a las preocupaciones de la gestión urbana. Sorprendentemente, incluso en una ciudad tan expuesta a peligros naturales como la Ciudad de México (existen registros desde la época prehispánica sobre los frecuentes sismos e inundaciones que asolaban el valle), aún no contamos con instrumentos suficientes para prevenir y subsanar los efectos de los desastres naturales.

El monitoreo de fenómenos peligrosos es bastante preciso en nuestro país (por ejemplo, hay Atlas de Riesgos para muchas ciudades y estados, y se difunde información en tiempo real sobre ciclones y sobre la actividad del Popocatépetl en la página web del CENAPRED), pero eso no impide que la población se ponga en situación de riesgo al ocupar terrenos vulnerables a esos fenómenos. Más allá de la falta de educación tantas veces invocada por las autoridades, hay que reconocer que la población ocupa terrenos expuestos a peligros naturales por falta de acceso al mercado formal de tierra y vivienda. Para los más pobres, los terrenos en riesgo y la edificación precaria son las únicas opciones accesibles a su presupuesto.

Al tolerar la ocupación de esos espacios, se ha permitido que los pobres satisfagan su necesidad de vivienda, pero a costa de incrementar su vulnerabilidad. Ahora habría que procurarse instrumentos más eficaces para remediar la situación, por una parte mejorando la prevención de riesgos (con obras de infraestructura y mejora de viviendas) y por otra, con mejores instrumentos de gestión y financiamiento de la reconstrucción tras los desastres. Si no, pregúntese ¿qué pueden hacer los damnificados de Chalco con los 20 mil pesos por vivienda que les darán como indemnización?

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