Dr. Alfonso Mendiola
UIA
No pretendo hablar sobre los casos recientes de violencia que se han vivido en todo el país, sino sobre la manera en que nuestra cultura, la occidental, ha tratado de controlar las conductas de violencia. Este proceso ha sido de varios siglos. Para entender esta larga duración bastaría con pensar que las sociedades anteriores a las nuestras estaban basadas en la figura del guerrero.
Esas sociedades anteriores a la nuestra valoraban a los seres humanos por y a partir del ejercicio que hacía de las armas. Es decir, se era más importante cuando se era capaz de participar en la guerra. Aún más, una parte central en la experiencia humana era la de participar en alguna guerra. Lo anterior, aunque nos sorprenda, se debía a que sólo las gentes con un poderío económico alto tenían el derecho a portar armas.
Dicho de otra manera, la condición para poder traer un arma era la de ser lo suficientemente rico. Riqueza económica y violencia iban juntas. La aristocracia –los poderosos- tenía el derecho de hacer la guerra. Curioso, pues la participación en la guerra era el derecho de unos cuantos.Tómese en cuenta lo siguiente: era un derecho y no una obligación.
Durante varios siglos -según algunos historiadores a partir del siglo XV- se ha intentado, poco a poco, de cambiar ese uso de la violencia. ¿Por medio de qué procesos se ha intentado ese cambio? Primero por la prohibición de portar armas. Segundo por la monopolización de las armas por medio del Estado. Tercero por medio de mecanismos que supriman las conductas agresivas.
En otras palabras, podríamos resumir lo anterior en dos grandes dichos: “las cosas se resuelven hablando” y “la violencia genera más violencia”. Quinientos años llevamos tratando de eliminar la violencia y la agresividad del interior de la vida cotidiana y todo –cuando menos en nuestro país es claro- nos dice que hemos fracasado.
¿Por qué motivos el control de la agresividad no ha tenido éxito? ¿Por qué los problemas se siguen solucionando a balazos? ¿Qué de este proyecto civilizatorio-occidental ha fracasado? No es fácil responder. Sólo quisiera que intentáramos contar cuantas veces resolvemos nuestros problemas por medio de un gesto agresivo, ya no el uso de una arma, sino solamente por medio de un grito.
En fin, parece que quinientos años no ha sido suficientes para abandonar el uso de las armas.
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