jueves, 3 de junio de 2010

Nueva ira europea

Ilán Semo
UIA

Súbitamente Grecia ha ocupado en las últimas semanas las ocho columnas de la prensa alrededor del mundo.

Esta vez, no por la antigüedad de su cultura, ni por sus bellos parajes mediterráneos, sino porque de la noche a la mañana se convirtió en uno de los focos más rojos de las finanzas mundiales. A la peor usanza, la opinión europea, sobre todo la opinión conservadora, ha cubierto de estereotipos a la sociedad griega: mediterráneos displicentes que evaden el trabajo y sólo se dedican a seducir a las europeas de más de 40 años (como si esto no fuera una labor loable para las europeas, digo); vividores (del financiamiento europeo) que festejan demasiado y rehuyen los sacrificios para ajustarse a la difícil situación actual; etcétera.

Y las mismas acusaciones se empiezan a ensañar contra españoles y portugueses, cuyas economías no andan precisamente bien. Ciertamente, un ministro griego maquilló las cifras de la hacienda pública para ocultar el grave monto de la deuda que desde hace un par de años empezaba a sofocar a esa pequeña (y, por lo visto, gran) nación. ¿Pero realmente es posible pensar que un país que no representa más de 2% de la economía europea tenga de rodillas a la economía mundial?

Sabemos, por la teoría del caos, que existe el efecto mariposa. Es decir, ese efecto según el cual el aleteo de una mariposa en Japón, para dar un ejemplo, podría provocar en circunstancias favorables un huracán en las costas de Estados Unidos.

¿Pero es Grecia la inquietante mariposa del orden mundial? Porque habría que reflexionar si el deterioro de la economía griega, incapaz de pagar sus deudas internacionales, es el causante de este nuevo repliegue financiero, o si más bien la crisis de la economía mundial, que no parece resolverse desde 2008, es la causante de la crítica situación de Grecia?

Me inclino por la segunda conclusión, y Grecia aparece como un chivo expiatorio de un sistema financiero que se ha vuelto por completo inoperante. Un sistema que sigue en las mismas manos de quienes provocaron el colapso de 2008, y que no paren aprender ninguna de las lecciones que se derivan de él.

Por lo pronto la sociedad griega ha decidido resistir. Y esa resistencia marcará soluciones sin precedentes a la arrogancia de las potencias europeas.

¿O acaso permitirán que la cuna de su nacimiento cultural y espiritual sea simplemente anegada por la lógica de su banca? Angela Merkel, la primera ministra de Alemania, que no es precisamente una radical, lo dijo con bastante claridad: el problema no es Grecia, sino un sistema (económico) que no quiere aprender ninguna lección del pasado.

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