jueves, 26 de agosto de 2010

El celular y el metro

Alfonso Mendiola,
UIA


Hace todavía unos pocos años el teléfono era fijo, es decir, no viajaba con nosotros. Eso que conocíamos como teléfono estaba en un lugar de la casa o del departamento que se habitaba. Aún más, dar el número telefónico tenía algo de íntimo o de personal.

El teléfono era un objeto inmóvil y guarda cierto halo de misterio. Hoy todo eso ha cambiado. ¿Y qué han traído consigo estos cambios? Muchas cosas, pero en este momento sólo quiero destacar uno.

El celular permite decidir el verse con alguien hasta el último momento. Pareciera que todo sucede en el presente. ¿Pero qué significa que toda suceda en el presente o en el tiempo real? Antes que nada lo siguiente: que cualquiera puede concertar o cambiar una cita minutos antes que está suceda. Todo comienza con la siguiente frase: “yo te hablo en el transcurso del día para vernos”.

Un celular permite localizar a una persona en cualquier lugar y cualquier momento. El celular viaja en el metro, por no decir solamente que viaja. Antes la gente se ponía de acuerdo para verse con varios días de anticipación.

En ocasiones con más de una semana de anticipación. En esas épocas todo comenzaba con la siguiente frase: “nos vemos en la entrada del metro Juanacatlán el miércoles a las 16 horas”. Uno sabía que era imposible cambiar la hora o el lugar de reunión unos minutos antes de que ocurriera.

Se vivía con una noción de futuro muy acotada. En la actualidad, gracias al celular, el futuro adquiere el adjetivo de flexible. Todo futuro es flexible, pues el futuro sólo es un presente que acontece en el momento. Para mostrar lo anterior cuento una experiencia.

En una ocasión había sido invitado a cenar a la casa de un buen amigo. Recuerdo que tomé el metro para dirigirme a su casa. Cuando hacía el cambio de línea necesario para llegar a su casa sonaba mi celular. Para mi sorpresa al contestarlo escuché la voz de mi amigo que me decía “me es imposible salir de mi trabajo, por lo que será mejor que nos veamos otro día”.

Eso que sucedía en esa llamada implicaba algo totalmente novedoso, en tanto que imposible, antes de la aparición del teléfono móvil. ¿Quién hubiera pensado que era posible localizar a alguien que no estaba en su casa? Nadie. Cada celular que suena en el metro (o en cualquier lugar en que una persona se encuentra en movimiento) produce una nueva manera de vivir: la nuestra. Hasta dónde la articulación entre celular y metro ha cambiado nuestro modo de percibir el mundo. Esa es una cuestión que deberemos profundizar durante varias décadas.

Quisiera terminar con la siguiente afirmación: el celular ha constituido una forma de ser en las personas más flexible. Es decir, sujetos que son capaces de esperar que cualquier cosa planeada cambie en el siguiente instante. Celular y metro instituye el mundo social del instante.

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