Javier Prado Galán
Académico de la UIA
Se han cumplido ya 20 años de la Caída del Muro de Berlín. Dicha caída puso en cuestión la existencia de la dimensión utópica del ser humano. Muchos pensadores optaron por la salida fácil y renunciaron a la formulación de utopías por considerarlas, incluso, culpables de los crímenes de los dictadores que so pretexto de cumplimentar un proyecto totalitario asesinaron a millones de personas. Se habló en ese entonces de apostar, de manera pragmática, por el liberalismo económico y político. Se sostuvo que sólo existe un sistema -el capitalista- capaz de proporcionar ciertos niveles de bienestar al ser humano.
La literatura ya venía poniendo de cabeza el ejercicio utópico. Leímos con fruición “1984” de Orwell y “Mundo feliz” de Huxley. El futuro caótico que estas novelas describieron nos ponía alerta contra lo que los sistemas vigentes nos podían deparar: muerte y destrucción.
A esto le hemos llamado “heterotopías” por considerar que más que describir un lugar paradisiaco (“eutopía”) y a la vez inédito (“utopía”), nos ofrecen “otro lugar” distinto, no precisamente halagüeño, donde el “Gran Hermano” nos puede hacer la vida imposible. Lee uno que Jacques Attali en sus proyecciones sobre el futuro asegura que llegaremos a una era de hipervigilancia. Y entonces uno piensa con admiración en el profeta Orwell que esbozó la heterotopía del “Big brother”. Yo sigo creyendo que las heterotopías en lugar de invitar a la resignación nos conminan a criticar lo que está pasando y lo que puede pasar si no controlamos con firmeza nuestros apetitos bestiales.
Describir un futuro devastador pareciera que es una invitación al derrotismo. Orwell no escribió “1984” para que nos quedáramos de brazos cruzados. Lo que sufrió Winston a costa de O´Brien no es para que toleremos tanto dolor. La vesania contra el amor de Winston hacia Julia es a todas luces reprobable. Las heterotopías son una denuncia de lo que puede acontecer si no levantamos la mano y decimos “no”.
En realidad las heterotopías son una invitación para que sigamos diseñando utopías operativas en mundos donde las justicias globales quizá no tengan cabida, pero sí los conatos de justicia local que vemos por todos lados. La dimensión utópica del ser humano es inextirpable. Forma parte de nuestra terca reacción a favor de la esperanza. Y la esperanza, lo sigo diciendo con San Pablo, se construye contra toda esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario