jueves, 31 de marzo de 2011

Cambio climático, responsabilidad y esperanza

Javier Prado Galán
Académico UIA

En diciembre del año pasado se celebró en Cancún la Cumbre Mundial contra el Cambio Climático. La mayoría de los críticos vieron con escepticismo el evento. Las grandes potencias no han querido considerar el Protocolo de Kyoto como punto de partida para salvar la catástrofe inminente del aumento de la temperatura del planeta por el efecto de los gases invernadero. Disminuir sensiblemente las emisiones de bióxido de carbono ayudará a frenar el deterioro ecológico que empieza a preocupar sobremanera. El Protocolo de Kyoto comprometía a las naciones a dar pasos decisivos en la disminución de dichas emisiones. Sin embargo hay naciones que lo quieren ver como un punto de llegada y no como un punto de partida.

El “principio de responsabilidad” de Hans Jonas nos invita a obrar de tal manera que las consecuencias de los actos de nuestra generación no sean desastrosas para las generaciones venideras. Ello implica “pensar en los demás” y “pensar en el futuro”. Llama la atención que el origen de esta ética de la responsabilidad sea una “heurística del miedo” que nos lleve a inventar creativamente los modos de enfrentar la catástrofe inminente desde el temor al peligro. El miedo tiene aquí una función positiva. Aplicado esto al problema del cambio climático, el miedo a la destrucción ecológica del planeta por efecto de las emisiones incontrolables de bióxido de carbono llevó a Kyoto a elaborar el Protocolo citado líneas arriba. Es verdad que este asunto ha quedado en el papel, pero siempre queda como un elemento que lacera la conciencia de la humanidad.

Hans Jonas planteó su imperativo de la responsabilidad como contrapuesto al “principio esperanza” del filósofo marxista humanista Ernst Bloch. Prima facie uno no puede entender cómo la responsabilidad se opone a la esperanza. Hubiera uno esperado que más bien se complementen. Sin embargo, Hans Jonas opina que la esperanza nos puede eximir de la responsabilidad y condenar al totalitarismo. Esto se explica en el contexto de un siglo XX que vio cómo regímenes totalitarios, so pretexto de realizar sus utopías, pusieron en práctica el principio del “fin justifica los medios” creando campos de exterminio como medio para fortalecer comunismos, fascismos y nazismos.

Empero la “ingeniería gradual” de la responsabilidad no tiene por qué estar reñida con la “ingeniería utópica” de la esperanza. Una responsabilidad sin derrotero puede llevarnos a la anarquía. Hoy más que nunca necesitamos ver con esperanza los procesos de lucha contra el cambio climático. La utopía, hoy más operativa que teórica, nos lleva a imaginar mundos posibles. El “Cándido” de Voltaire y el Consejero Áulico Leibniz creyeron ingenuamente que éste es el mejor mundo de los posibles. Schopenhauer y el mismísimo Voltaire solían ironizar diciendo que la vida es una broma, pero una broma pesada. Ni el optimismo ingenuo, ni el pesimismo depresivo nos ayudan en esta difícil tarea de construir esperanzas responsables y responsabilidades utópicas.

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