jueves, 26 de noviembre de 2009

El amor en la obra de Julio Cortázar


Por: Armando Oviedo
Difusión Cultural, UIA

"Es otoño, los amantes ya se fueron"
Roberto Jordán

En el más reciente libro de Julio Cortázar (1914-1984), Papeles inesperados (Alfaguara, 2009) , reunidos por su albacea y primera esposa Aurora Bernárdez –gran traductora de Italo Calvino--, y por el joven crítico Carles Álvarez Garriga, encontramos al escritor que nunca será viejo ni debiera pasar de moda. El joven abuelo, quien murió a los 69 años, dejó constancia de que el amor rejuvenece a los maduros y hace madurar a los jóvenes y a los niños.

Algunos amigos que nacimos en la década de los sesenta, nos emocionamos con este escritor de enigmas fantásticos. Fue él quien motivo nuestra solidaridad con las causas humanistas pero más con la amistad. Quién no recuerda el grupo fraterno de los personajes de Rayuela o del Libro de Manuel, o la solidaria y trágica reunión de los viajeros estáticos en Los premios.

Pero estos mismos amigos que hoy releen al gran cronopio, sospechan de su vitalidad, juventud y romanticismo, propios de la perdida era de Acuario. Descubren, con íntima tristeza reaccionaria, que el autor de Todos los fuegos el fuego es para adolescentes. Creo yo que mis amigos han envejecido antes de tiempo, ahora son partidarios del desencanto y del realismo sucio; no saben de los buenos oficios del escritor de cara de niño barbón. Así lo delatan sus cuentos sobre adolescentes o de infantes descubriendo esa cosicosa alojada en el bajo vientre. Recordemos los cuentos “Silvia”, “Bestiario”, “Una flor amarilla” o “Final del juego”.

En Papeles inesperados mantiene en estado criogénico su juventud imaginativa como oro en paño o como divino tesoro temático; está el Cortázar que “avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre”. Del grueso volumen, seleccionen el cuento “Los gatos” y aprecien el amor amoroso de las parejas pares, de dos niños- adolescentes-jóvenes que se abandonan a la pesadumbre del amor.

El mundo actual necesita de los niños y de los jóvenes para renacer de sus cenizas. El amor sincero y el cariño nutrido con algo de miel y leche, no le hace mal a nadie, al contrario, traería remanso a este momento de realismo trágico de primera plana.

Sí, Cortázar es un escritor para jóvenes, pero jóvenes de corazón que no se anquilosan ni se dejan envolver por la inane responsabilidad de ser fieles a la dura realidad.

Es raro que un escritor como Julio Cortázar, quien navegó por los mares de la fantasía no haya sido catalogado como obligatoria lectura juvenil. El amor y la fantasía son armas cargadas de futuro, tan necesarias en este momento de dispersión y odios gratuitos. Volvamos a Cortázar y a la lectura fantástica para permanecer, sin cirugía estética, jóvenes, imaginativos y enamorados.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Sector 9, la ciencia ficción de nuestro tiempo


Carlos Gómez.

Psicoanalista y académico de la Universidad Iberoamericana.

Hace más de 20 años los aliens quedaron varados justo encima de la ciudad de Johannesburgo, ante la extrañeza y la impaciencia de los humanos su nave espacial fue abierta como una lata de sardinas. Moribundos y menesterosos en lugar de potentes y con cuerpo reluciente, los extraterrestres pronto son segregados y confinados a una zona de detención mientras se piensa qué hacer con ellos. El gobierno y la burocracia dicen, pero el peso de la inercia y la incapacidad de reconocer lo extraordinario imposibilitan ver que la visita es permanente.

Sector 9 es el filme del director sudafricano de Neil Blomkamp que muestra la mirada ciega de los humanos hacia los aliens (palabra que en inglés designa tanto a extraterrestres como a extranjeros). El recurso de la ciencia ficción abre la posibilidad de tomar distancia y mirar cómo Mikus van de Merwe, empleado de la transnacional MNU comanda un operativo humanitario para trasladar a “los langostinos” a una zona alejada de la ciudad por cuestiones humanitarias.


El protagonista no duda en utilizar el recurso legal y la supervisión de los derechos humanos. A los indeseables es mejor tenerlos lejos, más aún si son borrachos, huelen mal, se involucran en redes de tráfico de armas, se reproducen como conejos, viven de la pepena de basura, comen cabezas de cerdo o comida para gatos y además si llegan a poseer una computadora es porque seguramente la han robado: sospechosos de ser sospechosos.

La mezcla del poder absoluto de la empresa transnacional mezclado con el humanismo y la buena intención así como los paisajes híbridos entre edificios tecnológicos y casas de cartón habitadas por extraterrestres llegan a colapsar la distancia generada por la ciencia ficción y confundir a veces la película con algunas panorámicas de la Ciudad de México.

Sector 9 así como Niños del hombre (dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón) son muestra de la ciencia ficción de nuestro tiempo: tonalidades grises, decadencia de ciudades llenas de basura, transnacionales, corrupción así como la proliferación de una seguridad privada que deviene casi omnipresente gracias a la tecnología. Cuarón afirma en una entrevista a propósito de Children of Men: “En muchos relatos del futuro siempre aparece algo así como el Big Brother, pero creo que ésa es una visión de la tiranía del siglo XX. La tiranía actual se presenta con nuevos disfraces (…) la tiranía del siglo XXI se llama ‘democracia’”.


Los gobernantes del mundo actual no son tercos burócratas grises, totalitarios y uniformados, sino administradores de empresas democráticos, ilustrados, cultos, sensibles, tolerantes y cada uno con su propio life style. En Niños del hombre el protagonista de la película visita a un viejo amigo que ha llegado a ser un ministro de alto rango y que vive en algo así como en un loft de una pareja recién casada de clase alta que no quiere tener hijos (recordemos el lugar central de la infertilidad en el filme). La diferencia es que en el loft de la película el David de Miguel Ángel habita el vestíbulo en lugar de una escultura de Siqueiros y además no está en la Condesa o algún bunker de Interlomas.

La película no está más en cartelera. No se habló mucho de ella. Quizá el director sudafricano acercó demasiado al espectador al odio, el goce y la risa. Odiamos a “los langostinos” porque orinan en la calle, gozamos del maltrato que se merecían y nos reímos cuando el personaje principal asesina a dos niños desconectándolos para posteriormente matar a sus hermanos lanzándoles fuego. Al final tomamos el lugar del personaje principal: angustiados por una transformación a medias de lo que más odiamos (pero que a la vez nos salva), alzamos la vista para mirar con ojo de lince a los demás.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

No a la violencia

Alejandro Mendoza Alvarez
Director de Humanidades
Universidad Iberoamericana

La heterogeneidad social y la diversidad de procedencia, ha sido una característica común en la conformación de las poblaciones que habitan hoy en día las grandes ciudades y barrios de nuestro planeta, afirma Capel Saez, reconocido geógrafo español. Durante la edad media, los incipientes centros urbanos experimentaron tasas negativas de crecimiento debido a la insalubridad y a las epidemias que azotaban entonces a sus moradores.


Sin embargo, a partir del siglo XIX las reglas cambiaron, transformándose las metrópolis en verdaderos espacios de oportunidad y de movilidad social tanto de nativos como de inmigrantes. Este espejismo no resistió la entrada del siglo XX: la indiferencia, la violencia y el contraste marcaron su ritmo. Hoy más que nunca y particularmente, quienes habitamos en centros urbanos complejos y sobrepoblados, debemos cultivar actitudes que nos permitan una mejor forma de relacionarnos, responsabilizarnos de nuestros pensamientos, de nuestra palabra y de nuestras acciones.


El sufrimiento emerge como una expresión de nuestro egoísmo. Todo sufrimiento radica en el deseo, en el anhelo, en la expectativa, sin embargo no debemos olvidar que la felicidad es posible y que existe un camino para alcanzarla. Encontrar sin buscar, sólo es cuestión de practicar la atención, la solidaridad, de disfrutar lo que hacemos.


Múltiples son las formas como podemos actuar, toda acción implica una elección que se refleja inmediatamente en el ambiente en el que vivimos, no olvidemos, dicen los mecánico-cuánticos, que la realidad es producto de nuestros pensamientos. Actitudes conscientes y amorosamente asumidas son la clave para vivir en armonía.


Es indispensable ser tolerante, actuar con sabiduría, abrir el corazón y practicar la habilidad de darse cuenta. La actitud sabia emerge gradualmente cuando comprendemos la necesidad de aprender de cada experiencia, sea ésta positiva o negativa, La sabiduría debe enseñarnos a ver más allá de lo aparente y reconciliarnos cada día con nuestro entorno, inclusive como en el que nos toca padecer a los que habitamos en la denominada “región más transparente”.

jueves, 5 de noviembre de 2009

El lápiz de Juan Rulfo


Gilberto Prado Galán

UIA

En su texto “Verdad y mentira en la creación literaria”, donde compara los tres soportes o puntales de la sintaxis (sujeto, verbo y complemento) con los ejes de la imaginación narrativa (creación del personaje, descripción de su ambiente y puesta en marcha de su voz), Juan Rulfo confiesa que él escribe a mano y con lápiz: “Ahora, yo sí le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo al lápiz, porque yo escribo a mano”.
¿Podemos imaginar Pedro Páramo escrito con pluma o en computadora? El lápiz, que se usa por los dos extremos o cabos para borrar y corregir, es un aliado silencioso de la creación literaria: no genera ningún ruido, se desliza puntual, leve, parsimonioso y traza el perfil de Juan Preciado, las voces de los muertos subterráneos y el corrosivo ambiente de Comala.
Otros escritores prefieren la máquina de escribir: pienso en la compulsión digital de Carlos Fuentes o en el ordenador de Fernando del Paso. Mas es inimaginable Juan Rulfo sin su lápiz, sin su fusil de grafito. La seca labor de poda y el esmerado pulimento que cada página de Pedro Páramo exigió a su autor, serían imposibles sin la complicidad urdida con el lápiz: borrar un adjetivo, afilar una voz, desplumar unas nubes, desvanecer la carne hasta acerar los huesos.

Entre los escritores más rigurosos de América Latina, junto a obsesivos autores como el uruguayo Felisberto Hernández o el colombiano José Eustasio Rivera, destaca el recorte exacto de cada línea llevado a cabo, con el tembloroso pulso de los sucesivos lápices que consumieron borradores (en los dos sentidos que la palabra convoca), por el mexicano Juan Rulfo.
Es posible habilitar la ecuación: Juan Rulfo más la paciencia de su lápiz es igual a Pedro Páramo.