jueves, 18 de noviembre de 2010

Construir una sociedad

Cinco condiciones de posibilidad para la construcción de una sociedad, en la era postmoderna

Joaquín Moya Cussi
UIA

Primera:
Una sociedad pensada para el presente debe ser imaginada desde una conformación de Estado distinto al actual. Desde un Estado que proteja a la sociedad liberal del poder arbitrario que nace desde una expropiante y desmedida libertad de los individuos que componen la sociedad y donde la libertad no va aparejada con la responsabilidad ni con el respeto inherente al pacto social deseado.

Segunda:
Tal sociedad nace derivada del compromiso de un individuo que se reconoce y se integra fiel al “acontecimiento”, situación que lo convierte en otro y le constriñe a observarse desde diversos escenarios y con nuevas pautas de conducta. Todo ello para lograr que el desarrollo de sí mismo, quepa dentro de un mundo necesariamente comunitario. Obligando la “búsqueda de la verdad individual” al compromiso al interactuarlo con la realidad del otro. Todo ello sin ningún tipo de trabas, basado en una libertad construida responsable y digna.

Tercera:
Una sociedad debe ser construida desde su naturaleza axiomática. Todos sus acuerdos deberán ser pactados “mediante el diálogo y la confrontación”; situación que hará dialógica y dialéctica la relación del individuo y la comunidad, y dará con esto pauta a un acuerdo que surja desde un presente de realidad, con un proyecto posible y real, amén de contar con discurso. Que se centre dentro de un clima de tolerancia, de libertad y de fe ciega en el progreso de su proyectante necesidad.

Cuarta:
Claro que tal sociedad deberá tener necesariamente “confianza en el poder de la razón”, ya que sin ella no encontraría condiciones de posibilidad en ningún proyecto. Incluso aceptando sin conceder que la razón tiene más límites que los que quisiere aceptar, también es que sin ella, sin la razón, cualquier justificación o validación social quedaría sin sentido y sin observancia. Aunque no todo se desea resolver mediante las constituciones, las leyes y la aplicación de principios abstractos, sin embargo sin ellos viviríamos en las épocas donde la ley del talión privilegiaba la ventaja del más fuerte.

Quinta:
Claro está que en esta sociedad nacida para la postmodernidad sonaría lógico que ideas como “libertad e igualdad” chocaran con las ideas de “jerarquía y autoridad”, sin embargo, existe un puente entre unas y otras: la axiología. Donde la necesidad y su avidez, conscientes, hacen que nazcan desde ellas valores tornados en condición debitoria o deontológica y que sirven a unos y a otros entendidos y confrontados como gobernantes y gobernados.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Construir una sociedad, en la era postmoderna

Joaquín Moya Cussi
Catedrático de la UIA


Primera:

Una sociedad pensada para el presente debe ser imaginada desde una conformación de Estado distinto al actual. Desde un Estado que proteja a la sociedad liberal del poder arbitrario que nace desde una expropiante y desmedida libertad de los individuos que componen la sociedad y donde la libertad no va aparejada con la responsabilidad ni con el respeto inherente al pacto social deseado.

Segunda:

Tal sociedad nace derivada del compromiso de un individuo que se reconoce y se integra fiel al “acontecimiento”, situación que lo convierte en otro y le constriñe a observarse desde diversos escenarios y con nuevas pautas de conducta. Todo ello para lograr que el desarrollo de sí mismo, quepa dentro de un mundo necesariamente comunitario. Obligando la “búsqueda de la verdad individual” al compromiso al interactuarlo con la realidad del otro. Todo ello sin ningún tipo de trabas, basado en una libertad construida responsable y digna.

Tercera:

Una sociedad debe ser construida desde su naturaleza axiomática. Todos sus acuerdos deberán ser pactados “mediante el diálogo y la confrontación”; situación que hará dialógica y dialéctica la relación del individuo y la comunidad, y dará con esto pauta a un acuerdo que surja desde un presente de realidad, con un proyecto posible y real, amén de contar con discurso. Que se centre dentro de un clima de tolerancia, de libertad y de fe ciega en el progreso de su proyectante necesidad.

Cuarta:

Claro que tal sociedad deberá tener necesariamente “confianza en el poder de la razón”, ya que sin ella no encontraría condiciones de posibilidad en ningún proyecto. Incluso aceptando sin conceder que la razón tiene más límites que los que quisiere aceptar, también es que sin ella, sin la razón, cualquier justificación o validación social quedaría sin sentido y sin observancia. Aunque no todo se desea resolver mediante las constituciones, las leyes y la aplicación de principios abstractos, sin embargo sin ellos viviríamos en las épocas donde la ley del talión privilegiaba la ventaja del más fuerte.

Quinta:

Claro está que en esta sociedad nacida para la postmodernidad sonaría lógico que ideas como “libertad e igualdad” chocaran con las ideas de “jerarquía y autoridad”, sin embargo, existe un puente entre unas y otras: la axiología. Donde la necesidad y su avidez, conscientes, hacen que nazcan desde ellas valores tornados en condición debitoria o deontológica y que sirven a unos y a otros entendidos y confrontados como gobernantes y gobernados.

jueves, 14 de octubre de 2010

El TRI y el PRI

Francisco V. Galán
UIA

Muchos de los himnos nacionales se compusieron en el siglo XIX. Bajo la balsa “nación” se pudo conservar algo de los restos del naufragio de lo sagrado: “que en el cielo tu eterno destino…” La identidad se construye en gran parte en la diferencia con otros, sobre todo el enemigo, y nuestro himno exhorta a la guerra. La que enfrentamos hoy no es contra otras naciones sino contra un imperio supra nacional invisible e invencible: la droga, frente al cual es difícil construir la identidad, como quiso el presidente Calderón.

El futbol ha venido a llenar un vacío. Según algunos enterados fue Calderón quien intervino para que Aguirre dirigiera al Tri. Sarkozy ha tomado como asunto de estado el fracaso futbolero. Vimos incluso a la Merkel (y no era la final). Si bien en las Olimpiadas hay juegos de conjunto, héroes y medallero nacionales, el show está más en la hazaña del competidor. Por ello nada como el fútbol para exaltar el nacionalismo. Sólo ahí hay un espectáculo parecido a la guerra.

No deja de ser paradójico que este nuevo nacionalismo belicista light tenga como fondo a la globalización: el organismo rector pretende poder por encima de leyes locales; Jugadores turcos con Alemania (que no saben ni cantan el himno); Un campeón italiano de la champions con diez extranjeros; La estrella del Madrid frente a España; Maradona llama vende patrias a Lavolpe, etcétera.

En el pasado mundial, como dijo una amiga, vivimos los mexicanos una esquizofrenia nacionalista. Del sentimiento de fracaso, pasamos al 5 de mayo, para acabar en el fatalismo pesimista, cuando de hecho no avanzamos, pero tampoco retrocedimos. Con la elección, no fue lo mismo que con la selección. Hubo violencia, robos de urnas, compra de votos, intimidación, y abuso de poder como antes del mundial de 70. La autoridad local volvió a quedar cuestionada, y vimos de nuevo al dinosaurio invitarnos a back to the past.

Casi nadie consideró esto como un fracaso nacional. Con todo hubo signos de esperanza, y no Aguilar ni Gio, sino la cantidad de gente que salió a votar en algunos estados y la alianza PAN- PRD. Por fin un acuerdo en algo de estos antagonistas que no hace mucho por poco y llegan a los golpes. Gracias a ellos no fue una goliza. Ante la falta de demócratas cabe citar al Vasco: Estamos jodidos. Tal vez deberíamos nacionalizar a algunos, quien quite y hasta se aprendan el himno.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Ver a través de los sentimientos

Alfonso Mendiola
UIA

La pluma que el señor buscaba siempre había estado en la repisa que se encuentra al lado de la mesa del comedor. El señor cansado de recorrer cada uno de los cuartos de la casa se cansó de buscar. No era para menos, pues desde el momento en que comenzó a buscar su pluma hasta el instante en que se dio por vencido había pasado casi dos horas. Tiempo suficiente para darse por cansado. En ese momento, cuando se había dado por vencido, llamó a su hijo mayor.

Su hijo no tenía más de once años. El hijo sabía que su padre siempre perdía, o mejor olvidaba donde dejaba esa pluma. Esa pluma no era cualquier pluma, y no por el precio, sino porque era un regalo que su esposa le había dado cuando cumplieron dieciséis años de casados. Como siempre pasaba el hijo encontró la pluma en menos que canta un gallo.

Nuevamente el padre lo interrogaba, en donde la encontraste: en la repisa de la sala. El señor se decía a sí mismo, por supuesto en silencio, ¿cómo es posible que no la haya visto si revisé la repisa varias veces?

El hecho de perder una cosa que tenemos ante nuestras narices es muy común. Me atrevo a decir que a todos nos ha pasado más de una vez. ¿Cómo podríamos explicar por qué suceden esas cosas tan frecuentemente? Una de ellas, y la más simple, es la de pensar que buscamos sin cuidado, es decir, que estamos distraídos cuando pasamos enfrente de ella. Pero como dije, me parece una explicación muy pobre, pues cuando uno busca un objeto, no sólo lo hace con atención sino con cierta obsesión. Por ello descartemos esa explicación.

La cuestión se convierte en algo misterioso: ¿cómo es posible que no veamos lo que siempre ha estado allí, es decir, en el mismo lugar? Como se dice comúnmente: que no veamos lo que casi nos muerde. Aún más, objetos con los cuales casi chocamos. Quizás la respuesta se encuentre en que ningún objeto que forma parte de nuestra vida diaria es solamente un objeto a secas. Esos objetos que forman parte de nuestro entorno inmediato e íntimo están cargados de afecto.

El afecto que depositamos en ellos hace que funcionen casi de manera mágica. Digo mágica pues de alguna manera les damos vida, pues nos podemos enojar o contentar con ellos. Esa vida la reciben porque nos recuerdan a personas y momentos cargados de emoción. Sería importante recordar que el mundo que percibimos con nuestros sentidos no es algo neutro u objetivo. Ese mundo está cargado de sentimientos. ¿Qué nos recuerda implícitamente cada cosa que nos rodea?

El señor de esta historia siempre pierde esa pluma, pues le recuerda muchas cosas. ¿Qué objetos perdemos nosotros? ¿Alguna vez nos hemos detenido a preguntarnos qué historia tiene ese objeto que no encontramos? Quién nos lo dio, en qué momento, o probablemente en qué tienda lo compramos y que había sucedido antes de comprarlo. Esos objetos que nos rodean y que usamos todos los días conservan nuestra historia personal, por eso no son sólo mundo exterior sino algo más: vida.

jueves, 26 de agosto de 2010

El celular y el metro

Alfonso Mendiola,
UIA


Hace todavía unos pocos años el teléfono era fijo, es decir, no viajaba con nosotros. Eso que conocíamos como teléfono estaba en un lugar de la casa o del departamento que se habitaba. Aún más, dar el número telefónico tenía algo de íntimo o de personal.

El teléfono era un objeto inmóvil y guarda cierto halo de misterio. Hoy todo eso ha cambiado. ¿Y qué han traído consigo estos cambios? Muchas cosas, pero en este momento sólo quiero destacar uno.

El celular permite decidir el verse con alguien hasta el último momento. Pareciera que todo sucede en el presente. ¿Pero qué significa que toda suceda en el presente o en el tiempo real? Antes que nada lo siguiente: que cualquiera puede concertar o cambiar una cita minutos antes que está suceda. Todo comienza con la siguiente frase: “yo te hablo en el transcurso del día para vernos”.

Un celular permite localizar a una persona en cualquier lugar y cualquier momento. El celular viaja en el metro, por no decir solamente que viaja. Antes la gente se ponía de acuerdo para verse con varios días de anticipación.

En ocasiones con más de una semana de anticipación. En esas épocas todo comenzaba con la siguiente frase: “nos vemos en la entrada del metro Juanacatlán el miércoles a las 16 horas”. Uno sabía que era imposible cambiar la hora o el lugar de reunión unos minutos antes de que ocurriera.

Se vivía con una noción de futuro muy acotada. En la actualidad, gracias al celular, el futuro adquiere el adjetivo de flexible. Todo futuro es flexible, pues el futuro sólo es un presente que acontece en el momento. Para mostrar lo anterior cuento una experiencia.

En una ocasión había sido invitado a cenar a la casa de un buen amigo. Recuerdo que tomé el metro para dirigirme a su casa. Cuando hacía el cambio de línea necesario para llegar a su casa sonaba mi celular. Para mi sorpresa al contestarlo escuché la voz de mi amigo que me decía “me es imposible salir de mi trabajo, por lo que será mejor que nos veamos otro día”.

Eso que sucedía en esa llamada implicaba algo totalmente novedoso, en tanto que imposible, antes de la aparición del teléfono móvil. ¿Quién hubiera pensado que era posible localizar a alguien que no estaba en su casa? Nadie. Cada celular que suena en el metro (o en cualquier lugar en que una persona se encuentra en movimiento) produce una nueva manera de vivir: la nuestra. Hasta dónde la articulación entre celular y metro ha cambiado nuestro modo de percibir el mundo. Esa es una cuestión que deberemos profundizar durante varias décadas.

Quisiera terminar con la siguiente afirmación: el celular ha constituido una forma de ser en las personas más flexible. Es decir, sujetos que son capaces de esperar que cualquier cosa planeada cambie en el siguiente instante. Celular y metro instituye el mundo social del instante.

jueves, 12 de agosto de 2010

Otra vez la utopía, otra vez la esperanza

Javier Prado Galán
Académico de la UIA

Se han cumplido ya 20 años de la Caída del Muro de Berlín. Dicha caída puso en cuestión la existencia de la dimensión utópica del ser humano. Muchos pensadores optaron por la salida fácil y renunciaron a la formulación de utopías por considerarlas, incluso, culpables de los crímenes de los dictadores que so pretexto de cumplimentar un proyecto totalitario asesinaron a millones de personas. Se habló en ese entonces de apostar, de manera pragmática, por el liberalismo económico y político. Se sostuvo que sólo existe un sistema -el capitalista- capaz de proporcionar ciertos niveles de bienestar al ser humano.

La literatura ya venía poniendo de cabeza el ejercicio utópico. Leímos con fruición “1984” de Orwell y “Mundo feliz” de Huxley. El futuro caótico que estas novelas describieron nos ponía alerta contra lo que los sistemas vigentes nos podían deparar: muerte y destrucción.

A esto le hemos llamado “heterotopías” por considerar que más que describir un lugar paradisiaco (“eutopía”) y a la vez inédito (“utopía”), nos ofrecen “otro lugar” distinto, no precisamente halagüeño, donde el “Gran Hermano” nos puede hacer la vida imposible. Lee uno que Jacques Attali en sus proyecciones sobre el futuro asegura que llegaremos a una era de hipervigilancia. Y entonces uno piensa con admiración en el profeta Orwell que esbozó la heterotopía del “Big brother”. Yo sigo creyendo que las heterotopías en lugar de invitar a la resignación nos conminan a criticar lo que está pasando y lo que puede pasar si no controlamos con firmeza nuestros apetitos bestiales.

Describir un futuro devastador pareciera que es una invitación al derrotismo. Orwell no escribió “1984” para que nos quedáramos de brazos cruzados. Lo que sufrió Winston a costa de O´Brien no es para que toleremos tanto dolor. La vesania contra el amor de Winston hacia Julia es a todas luces reprobable. Las heterotopías son una denuncia de lo que puede acontecer si no levantamos la mano y decimos “no”.

En realidad las heterotopías son una invitación para que sigamos diseñando utopías operativas en mundos donde las justicias globales quizá no tengan cabida, pero sí los conatos de justicia local que vemos por todos lados. La dimensión utópica del ser humano es inextirpable. Forma parte de nuestra terca reacción a favor de la esperanza. Y la esperanza, lo sigo diciendo con San Pablo, se construye contra toda esperanza.

jueves, 15 de julio de 2010

La sabiduría del silencio interno

Alejandro Mendoza Álvarez
UIA


Con frecuencia tendemos a contraponerla razón a la intuición, como conceptos radicalmente distintos, contrarios e incompatibles.En la búsqueda de la solución a un problema, o simplemente cuando debemos tomar una decisión,solemos recurrir a cualquiera de estos procedimientos mentales.

Fritjof Capra, doctor en física teórica por la universidad de Viena, destaca indiscutibles coincidencias entre la física moderna y el misticismo oriental, cuyo eje de paralelismo es la propia dicotomía razón-intuición. En la física se utiliza el método científico y como técnica la experimentación, mientras que en el misticismo el método es el yoga y su técnica, la meditación.

La recopilación de datos y la generación lógico-analítica de soluciones a un problema determinado, es un proceso consciente y voluntario que caracteriza a la razón. Para lograr su propósito, la razón echa mano de principios, que por su propia naturaleza tautológica, se explican en sí mismos: El principio de identidad, el principio de no contradiccióny el principio del tercero excluido.

Por su lado, la intuición describe aquel conocimiento que es directo e inmediato, que entra dentro del terreno de lo simbólico y que por tanto no puede explicarse, o incluso, verbalizarse. Para Burke y Miller, mediante la intuición se percibede un modo inconsciente, basado en la experiencia y en la contemplación.

El conocimiento intuitivo puede relacionarsecon experiencias previas, pero por lo general es incapaz de explicar por qué se llega a una determinada conclusión. Más que discursos abstractos elaborados, las intuiciones suelen manifestarse como reacciones contemplativas a determinados sucesos.

No se trata pues de sustituir un proceso por otro, sin embargo en occidente, existe una clara preeminencia de la razón sobre la intuición. Beardsley manifiesta que la concepción que relaciona al arte con el conocimiento, depende de dos aspectos básico: revelación e intuición. Una obra de arte no puede ser comparada con una declaración verbal, ella no asevera algo, pero revela la naturaleza de la realidad como una expresión sensible.

Existen formas distintas de aproximarse al entendimiento de la realidad. El taoísmo, por ejemplo, nos invita a cultivar la sabiduría del silencio, a no tratar, mediante la argumentación, de forzar, manipular o controlar procesos y personas.El Tao es imparcial y sin juicios, no practica la crítica y no conoce la dualidad, promueve, en contraposición a la lógica occidental, la práctica regular del ayuno de la palabra,a percibir como una experiencia sensible, a reeducar nuestro ego lógico -instrumental.

jueves, 17 de junio de 2010

Taurinos y anti taurinos

Francisco Galán
Catedrático de la UIA


Como les expliqué a dos personas con quienes debatí sobre el tema: No soy aficionado a la fiesta de toros, pero me gustaría serlo. Las pocas ocasiones que he ido he disfrutado mucho: El sol, el colorido, la música, el paseíllo, la imponente figura del toro, el coro del ole que rompe el silencio con una uniformidad cuasi ensayada. Los que somos villamelones nos preguntamos ¿cómo lo hacen? ¿Cómo saben cuando corearlo? La última vez que fui vi a José Tomás en la México. Mi hijo quería conocer, y fuimos con otro amigo de él quien se aburrió, no así nosotros que nos emocionamos mucho, sobre todo con lo cerca que le pasaba el toro a José Tomás.

Mucho del encanto de la fiesta es lo que Gumbrecht llama efectos de presencia. En este mundo de la época de la imagen en el que todo se vuelve sentido, presencia sólo celularesca o twittera, el efecto de la corporalidad del toro y del torero resulta fantástico. Ni siquiera en alta definición los toros se parecen a la fiesta real. En otros espectáculos deportivos, el resultado-sentido puede ser más importante que la presencialidad, pero en los toros la crónica es un triste paliativo que en nada remedia el no estar ahí. Agustín Lara lo dijo como nadie: Silverio cuando toreas no cambio por un trono mi barrera de sol (Aunque en lo personal yo lo diría de poder estar en el Fenway viendo a Matsusaka lanzarle a Alex Rodríguez).

De una de las polemistas aprecio su sensibilidad por el dolor del toro que la lleva a sentir la estocada en su piel, lo considero un exceso generoso de su apertura de corazón. Diferente es lo que pasa con algunos grupos que han ido demasiado lejos y han caído en el fanatismo irracional. El otro debate comenzó con una activista que, después de la grave cornada a José Tomás, promocionó una página del Facebook que se alegraba de ello. Leí azorado a otros que externaban su lamento porque no hubiera muerto al que llamaban porquería. Hace poco alguien más publicó la terrible foto del pitón a través de la garganta de Julio Aparicio con la leyenda “que viva el toro” y otro comentó: “no se le desea mal a nadie, pero ojalá que muera ese pu… torero.”

Afortunadamente la primera polemista mantiene la sensatez y no confunde su anhelo de dar muerte, a la que llama, atroz tradición, con desear la muerte de una persona. Cuánta razón tenía Chesterton: Cuando se deja de creer en Dios se cree en lo que sea.

jueves, 10 de junio de 2010

La tentación de la ventana

Gilberto Prado Galán
UIA


Si bogamos el vastísimo mar de la historia de la filosofía encontraremos escasos ejemplos de pensadores suicidas: Augusto Comte se arrojó, sin conseguir su propósito mortal, a las aguas del río Sena. Angel Ganivet, más novelista que filósofo, el adelantado de la generación del 98, murió en las aguas del Duina. En cambio, la lista de los poetas suicidas es enorme, y las formas que eligen para suspender la cadena de milagros que es la vida, según vio Manuel Bandeira, son múltiples: la defenestración, el disparo, la soga o el iracundo mar: disímbolas maneras de decirle adiós al mundo.

Ignoramos si, por razones de índole práctica, un hombre como José Asunción Silva, que compuso un nocturno de versificación acentual perfecta, prefirió la bala en el corazón, en ese corazón localizado por el trazo tembloroso del médico que, según narra Raúl González Tuñón, atendió al poeta poco antes de las horas finales.

¿Por qué Alfonsina Storni eligió el mar para borrar sus lágrimas? Aquellas lágrimas caían, como en uno de sus más entrañables poemas, de los ojos a la boca con voluntad de siglos. Storni había cantado al mar: “Oh mar, dame tu cólera tremenda/ yo me pasé la vida perdonando,/ porque entendía, mar, yo me fui dando:/ piedad, piedad para el que más ofenda”.

Durante la víspera de su última actividad el futuro suicida toma dos decisiones fundamentales: la elección de la muerte y, casi simultánea a ésta, la elección de la forma de morir: fondo es forma.

Es cierto: no todos los suicidas preparan el escenario, las circunstancias de su despedida. Nunca sabremos si, abatido por una depresión que le calaba en los huesos, José Agustín Goytisolo decidió arrojarse por una ventana a la región de nadie, o si sus pies se trabaron a la hora de revisar aquella boca de la muerte. El cuerpo de Goytisolo había volado, desde un tercer piso, en el agonizante invierno de 1999. Se trataba, como él había escrito, del final del adiós.

El autor de Palabras para Julia había cedido a la tentación de la ventana: “Tú no puedes volver atrás/ porque la vida ya te empuja/ como un aullido interminable”.

jueves, 3 de junio de 2010

Nueva ira europea

Ilán Semo
UIA

Súbitamente Grecia ha ocupado en las últimas semanas las ocho columnas de la prensa alrededor del mundo.

Esta vez, no por la antigüedad de su cultura, ni por sus bellos parajes mediterráneos, sino porque de la noche a la mañana se convirtió en uno de los focos más rojos de las finanzas mundiales. A la peor usanza, la opinión europea, sobre todo la opinión conservadora, ha cubierto de estereotipos a la sociedad griega: mediterráneos displicentes que evaden el trabajo y sólo se dedican a seducir a las europeas de más de 40 años (como si esto no fuera una labor loable para las europeas, digo); vividores (del financiamiento europeo) que festejan demasiado y rehuyen los sacrificios para ajustarse a la difícil situación actual; etcétera.

Y las mismas acusaciones se empiezan a ensañar contra españoles y portugueses, cuyas economías no andan precisamente bien. Ciertamente, un ministro griego maquilló las cifras de la hacienda pública para ocultar el grave monto de la deuda que desde hace un par de años empezaba a sofocar a esa pequeña (y, por lo visto, gran) nación. ¿Pero realmente es posible pensar que un país que no representa más de 2% de la economía europea tenga de rodillas a la economía mundial?

Sabemos, por la teoría del caos, que existe el efecto mariposa. Es decir, ese efecto según el cual el aleteo de una mariposa en Japón, para dar un ejemplo, podría provocar en circunstancias favorables un huracán en las costas de Estados Unidos.

¿Pero es Grecia la inquietante mariposa del orden mundial? Porque habría que reflexionar si el deterioro de la economía griega, incapaz de pagar sus deudas internacionales, es el causante de este nuevo repliegue financiero, o si más bien la crisis de la economía mundial, que no parece resolverse desde 2008, es la causante de la crítica situación de Grecia?

Me inclino por la segunda conclusión, y Grecia aparece como un chivo expiatorio de un sistema financiero que se ha vuelto por completo inoperante. Un sistema que sigue en las mismas manos de quienes provocaron el colapso de 2008, y que no paren aprender ninguna de las lecciones que se derivan de él.

Por lo pronto la sociedad griega ha decidido resistir. Y esa resistencia marcará soluciones sin precedentes a la arrogancia de las potencias europeas.

¿O acaso permitirán que la cuna de su nacimiento cultural y espiritual sea simplemente anegada por la lógica de su banca? Angela Merkel, la primera ministra de Alemania, que no es precisamente una radical, lo dijo con bastante claridad: el problema no es Grecia, sino un sistema (económico) que no quiere aprender ninguna lección del pasado.

jueves, 27 de mayo de 2010

La persecución de la alta fidelidad por medio de la tecnología

Alfonso Mendiola
UIA

En casi un mes estará comenzando el Mundial de Fútbol, lo que ya concentra la atención de un gran público. Pero este evento, independientemente de su propia importancia, no es lo que motiva este escrito. Alrededor de este espectáculo masivo hay una propaganda cial que despierta el interés de muchos.

¿Cuál es esa propaganda? Las cadenas de televisión están anunciando que será posible ver los partidos del mundial en alta definición. ¿Cuál es la diferencia entre una transmisión normal y otra en alta definición? ¿De qué se perderá el televidente que ve esta competencia de fútbol en transmisión normal? ¿Los que la vean en alta definición podrán platicar de cosas distintas que los que no tuvieron esa oportunidad?

En fin, todo esto genera muchas interrogantes y dudas. La única que pretendo comentar brevemente es la siguiente: ¿por qué la tecnología de los medios de comunicación masiva, durante la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, persiguen esa mayor fidelidad?

Antes que nada hay que preguntarnos ¿mayor fidelidad de qué? Se supondría de que se trata de mayor fidelidad de lo “real”.

La tecnología persigue lo “real” como algo inalcanzable, y esto de inalcanzable lo podemos ver a través de varios ejemplos. Los espejos en la antigüedad, podemos afirmar que aun en el siglo V de nuestra era, reflejaban lo real con mucha oscuridad, pues eran hechos con metales pulidos.

Ahora que los espejos reflejan una imagen clara y luminosa, podemos afirmar que es una representación más fiel de lo real. Tengo ciertas dudas para responder esto. Pues el que sólo conoció los espejos que reflejaban imágenes oscuras no tenía forma de comparar como nosotros lo hacemos en la actualidad.

Otro ejemplo sería el tocadiscos de los discos de acetato. Todavía se recuerda el uso de las llamadas agujas para hacer que el disco de 33 o 45 revoluciones se pudiera escuchar, después llegaron los nuevos aparatos de rayo láser con los famosos discos digitales, y en ese momento nos fue intolerable el seguir escuchando nuestros discos de acetato. Se decía que ahora sí se escuchaba la música bien.

Y que decir de la televisión, primero en blanco y negro y después a color. Primero como esa gran caja que estaba en la sala de la casa y después con los plasmas pegados en la pared. Otro tanto se puede decir del cine y del teléfono. De lo anterior quiero plantear lo siguiente: ¿no será que cada tecnología crea una nueva noción de “lo real” centrándose en la supuesta mayor fidelidad?

La mayor fidelidad aparece como la persecución de lo imposible: “lo real”.

jueves, 13 de mayo de 2010

Contra los autores superficiales

Javier Prado Galán
UIA


Michel Onfray está escribiendo una “Contrahistoria de la filosofía” donde pretende combatir la filosofía oficial que se ha convertido, según él, en un remedo de Platón. Su proyecto es hedonista, utilitarista y ateo. Aunque a nivel social se presenta como un inconforme, revolucionario o bien un reformista radical.

Los autores superficiales pretenden vincular inteligencia y sensibilidad refugiándose cómodamente en uno de los dos polos. Un idealista dirá que la razón lo es todo, un empirista que los sentidos, etc. No estoy criticando a los idealistas de empuje como Kant ni a los empiristas de cuño como Locke. Sólo advierto que seguir la consigna de Horacio, Gassendi y Kant –“sapere aude”- implica enfrentar las aporías filosóficas. Xavier Zubiri ha intentado articular inteligencia y sensibilidad desde su rico concepto “inteligencia sentiente”. Quizá a más de alguno no lo convenza el contenido de dicho concepto: la aprehensión primordial de “realidad”. “Realidad” entrecomillada porque alude al “de suyo” de la cosa. Y este “de suyo” es el que se suele recusar cuando se piensa que Zubiri no logró la articulación plausible. En fin, al menos lo intentó. No fue superficial. ¡Viva la profundidad!

Los autores superficiales se refugian en el utilitarismo como solución a todos los problemas económicos. El principio capital utilitarista -“la máxima felicidad para el mayor número”- guía sus pasos. No se preocupan por medidas más complejas que atiendan a las minorías y que precisen qué se entiende por felicidad. Y no me refiero a los históricos: Stuart Mill, Bentham y Sidgwick. El utilitarismo es una gran doctrina siempre y cuando no se vuelva receta. Hay que “complejizar” el utilitarismo. Por eso filósofos liberales e igualitaristas como Rawls, Dworkin, etc., han intentado superar la solución utilitarista buscando que el liberalismo dé de sí con el ingrediente igualitarista salvando la base contractual con una “posición original” o con una “subasta”. ¡Viva la complejidad!

Los autores superficiales adoptan la llamada “fe del carbonero”, se vuelven creyentes “a pie juntillas” olvidándose de San Pedro y su llamado a “dar razón de nuestra esperanza”. Se tornan fideístas. O bien se refugian en un ateísmo barato que no da cuenta de los argumentos que son los que suelen convertir al agnosticismo a las personas inteligentes. Definitivamente, después de haber leído tanto el “Tratado sobre ateología” de Onfray como “El alma del ateísmo” de Comte-Sponville, me quedo con este último por postular un “ateísmo tranquilo” argumentado y en consonancia con los mejores valores del Occidente cristiano. Y no quiere decir que me convenza su argumentación, sólo que, a diferencia de Onfray, Comte-Sponville se esfuerza por razonar su ateísmo. ¡Viva el misterio!

jueves, 6 de mayo de 2010

El matrimonio de homosexuales y los derechos humanos

Francisco Galán
UIA


Tuve el honor de hablar en nombre de las universidades firmantes en la ceremonia de creación del Mecanismo de Seguimiento y Evaluación del Programa de Derechos Humanos del Distrito Federal. Coincidimos varios en el compromiso del gobierno del DF al dar este paso, alguien señaló como ejemplo de dicho compromiso el tema del matrimonio de homosexuales.

Aquí en la UIA hemos discutido mucho el tema. Mi principal discrepancia con varios es que no logro ver por qué es éste un tema de derechos humanos. Si a una pareja de homosexuales se les impidiera la entrada a algún lugar, o se les expulsara de alguna organización por este hecho, por supuesto que estaríamos hablando de una violación a sus “derechos humanos”.

En el tema del matrimonio, como en otros temas morales y éticos, hay una gran discusión sobre el concepto de naturaleza humana. ¿Existe algo así como lo natural? O no más bien todo es histórico y cultural. En el tema de la fundamentación del derecho en general, y en particular de los derechos humanos, sabemos que existe, con fuertes críticas, el ius naturalismo que apela a esa naturaleza. Derechos humanos serían aquellos que tutelados o no por una legislación positiva, cualquier ser humano podría invocar, porque son algo implícito, propio de la naturaleza humana y de la dignidad de toda persona.

El matrimonio como lo conocemos parece más bien algo cultural histórico. El hecho de que para procrear fuera hasta hoy necesaria la relación sexual entre hombre y mujer, supondría que es natural que sea entre hombre y mujer. Pero es difícil alegar que la monogamia es algo “natural”. Si quisiéramos hacer tal defensa tendríamos que elaborar un concepto más complejo de la naturaleza humana, porque en ella hay algo específico, distinto de los otros seres naturales, y en ese sentido anti natural. Éste es también un gran problema filosófico de los discursos de los ecologistas.

Supongamos que el alegato es que ya no hay que mantener la familia tradicional como la conocemos y que queremos ir a una sociedad diferente más sofisticada, y que por tanto lo que queremos es cambiar la institución social “matrimonio”, ¿por qué entonces decimos que es un problema de derechos humanos”? Hay aquí un dislate entre una sociedad que quiere librarse de criterios normativos tradicionales y que sin embargo apela a ellos.

jueves, 29 de abril de 2010

Algo sobre violencia y sociedad

Dr. Alfonso Mendiola
UIA


No pretendo hablar sobre los casos recientes de violencia que se han vivido en todo el país, sino sobre la manera en que nuestra cultura, la occidental, ha tratado de controlar las conductas de violencia. Este proceso ha sido de varios siglos. Para entender esta larga duración bastaría con pensar que las sociedades anteriores a las nuestras estaban basadas en la figura del guerrero.

Esas sociedades anteriores a la nuestra valoraban a los seres humanos por y a partir del ejercicio que hacía de las armas. Es decir, se era más importante cuando se era capaz de participar en la guerra. Aún más, una parte central en la experiencia humana era la de participar en alguna guerra. Lo anterior, aunque nos sorprenda, se debía a que sólo las gentes con un poderío económico alto tenían el derecho a portar armas.

Dicho de otra manera, la condición para poder traer un arma era la de ser lo suficientemente rico. Riqueza económica y violencia iban juntas. La aristocracia –los poderosos- tenía el derecho de hacer la guerra. Curioso, pues la participación en la guerra era el derecho de unos cuantos.Tómese en cuenta lo siguiente: era un derecho y no una obligación.

Durante varios siglos -según algunos historiadores a partir del siglo XV- se ha intentado, poco a poco, de cambiar ese uso de la violencia. ¿Por medio de qué procesos se ha intentado ese cambio? Primero por la prohibición de portar armas. Segundo por la monopolización de las armas por medio del Estado. Tercero por medio de mecanismos que supriman las conductas agresivas.

En otras palabras, podríamos resumir lo anterior en dos grandes dichos: “las cosas se resuelven hablando” y “la violencia genera más violencia”. Quinientos años llevamos tratando de eliminar la violencia y la agresividad del interior de la vida cotidiana y todo –cuando menos en nuestro país es claro- nos dice que hemos fracasado.

¿Por qué motivos el control de la agresividad no ha tenido éxito? ¿Por qué los problemas se siguen solucionando a balazos? ¿Qué de este proyecto civilizatorio-occidental ha fracasado? No es fácil responder. Sólo quisiera que intentáramos contar cuantas veces resolvemos nuestros problemas por medio de un gesto agresivo, ya no el uso de una arma, sino solamente por medio de un grito.

En fin, parece que quinientos años no ha sido suficientes para abandonar el uso de las armas.

jueves, 22 de abril de 2010

El hueso que más duele es el reloj

Gilberto Prado Galán
UIA


Siempre me ha fascinado el verso de Rafael Alberti “El hueso que más duele, amor mío, es el reloj”. El poeta, como sabemos, pidió que arrojasen sus cenizas al mar. Y uno se pregunta: ¿dónde quedó el reloj de Alberti?, ¿se volvió cenizas como su cuerpo? El legado lírico del autor de Marinero en tierra fue, como sabemos, polimorfo, poliédrico. Me gustaban los versos albertianos que musicó Joan Manuel Serrat, pero más el que ya cité: entraña, sin duda, un enigma.

Sé que en un primer examen el verso citado provoca o induce un desconcierto. Uno se pregunta, desde la perspectiva previsible de una lógica rutinaria, ¿por qué, en ese verso, el poeta dice que el reloj es un hueso? La lógica no dilucida el verso.

Y la poesía, como dijo Octavio Paz, puede ser inexplicable, pero no ininteligible. La poética-analógica es el reino de las transfiguraciones es, recuerdo aquí a Lezama Lima, la casa de los espejos. El reloj es un hueso porque así lo autoriza su contigüidad espacial, montado en la muñeca. Yo creo que Alberti se refiere al reloj ceñido al cuerpo, no al Cu-Cu ni al despertador.

Se pregunta uno: ¿por qué el reloj es el hueso que más duele? Porque ese hueso da fe del tránsito del tiempo y, por ello, evidencia nuestra naturaleza efímera (y reciente).

Hay una interpretación segunda quizá no menos aventurada y es, precisamente, la identificación del corazón como el reloj aludido por Alberti. Entonces tendríamos que fraguar una sustitución sugestiva: “El hueso que más duele, amor mío, es el corazón”. Así, al hacerlo hueso, al osificar al corazón, petrificamos el tiempo y evitamos nuestro deterioro en el mundo.

Me quedo, en fin, con el primer verso de Alberti y repito, aún más emocionado, que “El hueso que más duele, amor mío, es el reloj”.

jueves, 15 de abril de 2010

Y después de la modernidad, ¿qué?

Por Ilán Semo
UIA


Habría que empezar por definir la posibilidad de una pregunta que aparece como una simple deriva. Una pregunta sobre la forma que adquiere el “espíritu de la actualidad”, ahí donde cualquier forma parece socavar su propia estabilidad antes de poder llamarse una forma, donde la única forma concebible es la que ha empezado su proceso de disolución antes de dejar la traza en que se le puede distinguir como una estación discernible en el tiempo. Esa pregunta comienza por la más banal de las disyuntivas: ¿y ahora qué?

Partamos de un enunciado de grado cero: la modernidad es (o fue), entre todas sus proposiciones, la obsesión por el cambio: el cambio convertido en un móvil de si (y para sí) mismo. Cambiar significó esencialmente: innovar, renovar, agregar, profundizar, ampliar.., en fin: todas las alegorías pertinentes al culto a la novedad, a la inmanencia y la sorpresa de lo nuevo, al violento goce de lo nuevo destruyendo lo existente, lo dado, lo nuevo convirtiendo al espacio de su emergencia en una obsolescencia, en un espacio ya sin espacio, en una sombra, la estela a espaldas de la novedad. ¿Cómo entender entonces la no/novedad, la innovedad, del prefijo “posmodernidad”? (Porque si algo anuncia la “posmodernidad”, en tanto que concepto, es decir, como signo de arrastre, es que la última nueva de la modernidad reside en que ya no contiene novedad alguna.)

En primer lugar: como una última nueva para el tejido de la modernidad; tal vez, la menos esperada que podría habérsele anunciado, pues en la medida en que la única novedad posible consiste en que ya no hay novedad alguna, el mecanismo de rehabilitación de la promesa de la modernidad podría ingresar en un fade out, en un dym, en un lento atardecer que se apaga o se pierde simplemente.

En segundo lugar: el hallazgo de que el relevo (die Aufhebung) a las aporías de la modernidad se encuentran (y encontraban) en su seno mismo, y no en ningún perímetro exterior.

En tercer, lugar: el primado de la obsolescencia producido por el iterante retorno de la novedad, que ahora se impone ya no sobre las partes, cuya caída aseguraba la restitución permanente del “flujo” de la modernidad, sino sobre el axioma que permitía codificarla como una cascada, que siempre encontraba un declive por el cual podía volver a emerger como una movilización de sí misma.

Le pregunta entonces sería: y después de la modernidad, ¿qué?

jueves, 8 de abril de 2010

Aprender a vivir de la mano del Filósofo Esclavo


Javier Prado Galán
Académico
de la UIA


Muchas veces nos dejamos llevar por las opiniones que tenemos sobre las cosas. Por ejemplo, el prejuicio de que todas las suegras son desagradables nos puede llevar a rechazar injustamente a personas valiosas en sí mismas. “No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino las opiniones que se tienen de ellas.”, aseguraba Epicteto, el filósofo cojo y esclavo. Hemos de combatir, si queremos vivir con garbo, todas las opiniones erróneas que tenemos sobre las cosas. De ese modo viviremos en paz.

Nuestros padres, nuestros maestros, pero sobre todo los medios de comunicación masiva, suelen distorsionar las ideas que debemos tener sobre las cosas y de ese modo vivimos con temores ante problemas como la muerte, el dolor, el mal, la guerra, la pobreza, el calentamiento global, etc. El trabajo de objetivación es uno de los más penosos. Es verdad que no hay objetividad sin subjetividad pero hemos de hacer un esfuerzo por pasar de la “doxa” (mera opinión superficial) a la “episteme” (ciencia o conocimiento en sentido estricto).

Por otra parte, solemos sentirnos culpables de circunstancias que no dependen de nosotros. Nuestra impotencia ante tales callejones sin salida nos hace un tanto infelices. Lo ilustro con el siguiente ejemplo. Un familiar pasa por una delicada crisis económica. No tiene para pagar hospital y operación de una de sus hijas. Yo siento escrúpulo pues no puedo ayudarlo. Sin embargo, ello no depende de mí. No cuento con los medios para salvar esta conmovedora y delicada situación.

Epicteto, el filósofo esclavo, aconseja: “La verdadera tranquilidad de espíritu consiste en no desear sino lo que depende de nosotros mismos… Un solo medio hay para alcanzar dicha tranquilidad, menospreciar todo lo que no depende de nosotros.” Podría sonar esto a una invitación al conformismo como si buscar lo imposible no fuera aconsejable. En el 68 se solía decir: “seamos realistas, busquemos lo imposible”. Sin embargo, la invitación es a realizar los sueños posibles, que pueden ser muchos, depende de la energía y la imaginación que invirtamos en nuestras acciones. Todo es cuestión de actitud.

jueves, 25 de marzo de 2010

Un método para analizar la reforma política


Gerardo Moya García
UIA


La reforma política, ha estado apareciendo como noticia de interés nacional, y claro que lo es. Obliga a pensarla desde sus orígenes; desde el análisis del Estado, como objeto del conocimiento, datos, hechos y objeto; Como algo muy cercano, que influye en nuestras vidas; en fin, “Lo político, es un dato de la conciencia”.

El mejor camino para explicar el conocimiento político, es el de la observación y descripción del fenómeno, donde el sujeto, conciente y libre, debe de adueñarse del objeto y reproducir su imagen, así, el hombre, no se conformará con las apariencias, si no que todo saber, debe darse como resultado de una reflexión fundamentada.

Sin sociedad, no hay política; ella se debe darse en la convivencia humana, basada en tres principios: Uno. Armonía pacífica entre los hombres. Dos: Que ésta, conlleve a la creación, conservación y defensa, de un orden exterior; y tres, Que se de en un orden jurídico.

La realidad social es un vivir en sociedad, con sus semejantes; en forma estable y permanente; en un territorio determinado, ligadas entre sí, por vínculos de solidaridad; que debe expresarse en leyes y reglamentos, y permitan resolver sin violencia, los conflictos. Con autoridad, con un poder público, que unifique, coordine, armonice, e impulse, trabajos e iniciativas, hacia una meta común. Unidad de propósitos, de decisiones y de acciones definitorias.

Después de someter las condiciones políticas de México, a un análisis “reflexivo” “objetivo”; y “metódico” descubre la verdad, desde caminos lógicos, además se matiza con un “conocimiento sistemático”, los resultados obtenidos, serán relacionados entre sí, en un todo armónico; Al aplicar este método, se descubre que dadas las condiciones del Estado actual, es necesario al menos: Reformar el ejercicio de contrapesos, que permita el equilibrio y el consenso, Se necesitan de una rendición clara de cuentas; Se requiere que la relación entre los poderes del estado, deba ser articulante; Que la constitución política mexicana, sea sujeta de reformas nacionalistas

Que en la búsqueda de un dialogo republicano entre los actores políticos, se primen y premien acuerdos, que permitan construir nuevas instituciones, las que con reglas claras y precisas, permitan el ejercicio del gobierno. Si fuera tan solo por eso, es necesaria la reforma política.

jueves, 18 de marzo de 2010

Nuestra fascinación por el Factbook


Dr. Francisco Galán
UIA

Hace unos días volví a preguntar en mi muro de facebook: ¿Por qué nos fascina el facebook? ¿Dónde estamos? Sólo un amigo contestó: “Estamos en el facebook.”

Como soy de tiempos anti diluvianos la “ciberespacialidad” me sorprendió y aún lo hace. En 1991 en la biblioteca del Boston College llegué a buscar cierta bibliografía, y ¡oh sorpresa! no había ficheros, sino computadoras. Tras un lento aprendizaje quedé atónito cuando vi desplegarse en segundos 180 referencias que tardaba días en conseguir. Una tarde lluviosa quedé paralizado al escuchar por primera vez la voz de Heidegger, sin sospechar que vería en you tube a Albert Camus .

Imagine por favor el lector lo que sentí al jugar en algunas farmacias al tele pon, y luego poder jugar en casa el atari, mario bros, tecmo nfl. Jugar “age of empires”, con mi hijo como aliado contra otros imperios, me llevó a esperar la tarde de los domingos, –horrible en la niñez-, con gran alegría y alboroto.

Fantástico resultó seguir las incidencias del juego de los red sox con un retraso de dos minutos, pero ahora puedo ver la recta de 90 millas de Josh Beckett en la pantalla de la compu (no en alta definición porque nuestro ancho de banda no da), ¡el skype! , jugar una partida blitz de ajedrez a las dos de la mañana con una persona que está en Praga.

Este pasado 14 de febrero, una amiga en su muro pedía encarecidamente detener el spam de corazoncitos, y remitía a un texto de Arcadi Espada, al que llamó “una lúcida reflexión sobre el amor en los tiempos del chat” http://www.arcadiespada.es/2010/02/14/14-de-febrero-2/.
Espada remite a explicaciones más o menos conocidas de los usuarios sociales del internet (el anonimato, comodidad y seguridad del sexo pornográfico), pero ensaya también sobre la especificidad del facebook: La posibilidad del reencuentro, y la intemporalidad de éste; La búsqueda de la aventura don juanesca del hombre maduro, sin tener que exhibir el estómago; Voyeurismo y exhibicionismo.

Añadiría la posibilidad de inventarse una second life con los tintes y fotos de la first. Pero lo que más me ha gustado es su reflexión sobre la pregunta con la que inicia: “¿Alguien ha escrito algo de interés sobre cómo y por qué la escritura cambió al amor?”. Sí, sorprendentemente, resulta que en plena época de la imagen, el principal atractivo es la escritura en la hiperrealidad.

jueves, 11 de marzo de 2010

A propósito de Chalco


Gabriela Estrada
División de Estudios Sociales, UIA


Es un hecho recurrentemente constatable que el territorio contiene por naturaleza, pero también por la forma en que las sociedades lo ocupan, un cierto número de riesgos. Manejarlos, adaptarse, incluso servirse de ellos, ha sido siempre parte de la dinámica urbana. Sin embargo, el rápido crecimiento de las ciudades en la segunda mitad del siglo pasado, vino a modificar las prácticas de ocupación del territorio y a intensificar la exposición a los peligros presentes en el mismo.

Los primeros ejercicios de planificación urbana se orientaron a resolver las contradicciones inherentes a las ciudades, pero no es sino hasta muy recientemente que la problemática de los riesgos se ha incorporado a las preocupaciones de la gestión urbana. Sorprendentemente, incluso en una ciudad tan expuesta a peligros naturales como la Ciudad de México (existen registros desde la época prehispánica sobre los frecuentes sismos e inundaciones que asolaban el valle), aún no contamos con instrumentos suficientes para prevenir y subsanar los efectos de los desastres naturales.

El monitoreo de fenómenos peligrosos es bastante preciso en nuestro país (por ejemplo, hay Atlas de Riesgos para muchas ciudades y estados, y se difunde información en tiempo real sobre ciclones y sobre la actividad del Popocatépetl en la página web del CENAPRED), pero eso no impide que la población se ponga en situación de riesgo al ocupar terrenos vulnerables a esos fenómenos. Más allá de la falta de educación tantas veces invocada por las autoridades, hay que reconocer que la población ocupa terrenos expuestos a peligros naturales por falta de acceso al mercado formal de tierra y vivienda. Para los más pobres, los terrenos en riesgo y la edificación precaria son las únicas opciones accesibles a su presupuesto.

Al tolerar la ocupación de esos espacios, se ha permitido que los pobres satisfagan su necesidad de vivienda, pero a costa de incrementar su vulnerabilidad. Ahora habría que procurarse instrumentos más eficaces para remediar la situación, por una parte mejorando la prevención de riesgos (con obras de infraestructura y mejora de viviendas) y por otra, con mejores instrumentos de gestión y financiamiento de la reconstrucción tras los desastres. Si no, pregúntese ¿qué pueden hacer los damnificados de Chalco con los 20 mil pesos por vivienda que les darán como indemnización?

jueves, 4 de marzo de 2010

Una inquietante llamada telefónica

Alfonso Mendiola
alfonso.mendiola@uia.mx
Profesor de Historia, UIA

Comenzaba a escribir la palabra comenzar sobre el papel cuando el teléfono sonó. En ese momento creí que podía dejar sonar el teléfono sin contestarlo. En cierto modo fue así, pero solamente en cierto modo; pues al poco tiempo empezó a sonar mi teléfono celular. Mi esfuerzo se concentraba en seguir escribiendo, pues suponía que esa llamada que venía de fuera no tendría ninguna importancia. Después, en verdad unos pocos minutos después, me di cuenta de que estaba muy equivocado. Sonaron de manera alternada mi celular y mi teléfono de casa. A los pocos minutos estaba contestando.

El que llamaba era un amigo que vive en una zona de la ciudad de México llamada Chalco. Su voz era entre cortada y temblorosa. Me decía que su casa y su colonia se habían inundado. Además me repetía que no era la primera vez. Al contrario, me decía que cada año era lo mismo. Yo diría que más que irritado estaba cansado. Casi año con año perdía todo los muebles que tenía. Pero eso no era lo importante me hacía ver. Lo más importante era que las autoridades del lugar siempre les decían que eso no volvería a pasar, pues ellos tomarían cartas en el asunto. Realmente a lo que se refería mi amigo con su malestar era a lo siguiente: por qué ofrecen algo que nunca lo van a hacer.

Él me decía que siempre había soñado con un mundo en que el decir fuera hacer. Yo le preguntaba cómo sería eso posible, y él me decía que muy fácil. Bastaría con instituir una ley en la que ofrecer algo de palabra fuera un compromiso de honor para la persona que lo ofrecía. Cuando terminó la llamada telefónica ya no pude seguir escribiendo, pues en mi cabeza daban vueltas las dos palabras: ofrecer algo de palabra y el honor de la persona que lo ofrece. En ese momento me daba cuenta de lo que significa que la palabra estuviera articulada con el honor, hablaríamos menos.

Una sociedad democrática debería estar sustentada en una revisión permanente del decir y el hacer, o mejor dicho, de la realización de lo que se dice. ¿Cómo poder evaluar a nuestros gobernantes? Creo que sólo si hiciéramos lo que mi amigo me decía. En fin yo tenía que terminar de escribir mi ensayo, pues lo tenía que enviar ese mismo día. Mi problema después de la llamada era que sólo me venía a la mente lo que había escuchado en esa llamada. De alguna manera lo que comprendí era la irritación tan grande que provocaban las palabras usadas de manera vana. ¿Cuántas veces más se tenía que inundar Chalco para que las cosas cambiaran? No lo sabía. Pero la rabia allí se encontraba.

jueves, 25 de febrero de 2010

Las razones de la libertad


Joaquín Moya Cussi
Acdémico de la Universidad Iberoamericana

Coloquialmente la palabra libertad se entiende como “la ausencia de trabas en relación con los movimientos posibles”. Esta acepción es puramente mecánica, alude a una simple posibilidad de movimiento, frente a la que no hay obstáculos capaces de destruirla o limitarla. El término también se emplea para indicar “la carencia de ocupaciones o la extinción de una pena”. En el lenguaje corriente la palabra libertad posee un significado moral. Es como diría Kant: “Una causalidad cuyo primer momento sólo es causa, no efecto en otra causa”.

Vista en origen, es forma obligante y necesaria. Es quizás la libertad, lo más significativo y distintivo de lo humano. Forma parte de los tres instintos básicos que definen a cualquier ser vivo: la vida, la propiedad y la libertad. El hombre como tal los precisa utilizar para sobrevivir.
En ella se descubre la fortaleza del individuo, actuando por primera vez en la modernidad, con libre albedrío. Pensando por si mismo. Es desde la libertad, que se desvincula el ser de la comunidad y se convierte al liberalismo.

Dados los alcances de la libertad antes descrita, y que llevada al individualismo, es que asume su real visión prometeica, para evitar descubrir los efectos operandis del fuego divino, aplicados en mundos humanos, ésta debe ser conocida, intuida e inteligida, desde ciertos limites o cartabones. Enunciaremos y luego explicaremos, las condiciones de posibilidad que privan en la razón, ya que es en ella en que debe circunscribirse a la libertad, para evitar los efectos secundarios de una conducta no deseada pero obligada por las circunstancias.

Seis son las condiciones de posibilidad que debe de tener la libertad para poder actuar con toda su fuerza y consecuencia.

La primera es “la inteligencia”, condición “sine qua non” de la libertad, para poder alcanzarla en todos los vórtices de la elección. No quiere decir que los que no son inteligentes no puedan ser libres, más bien, les indica los límites de su capacidad, para poder aprovechar a la libertad en toda su magnificencia.

La segunda es “la responsabilidad”. Es preferentemente la mejor forma de construir la posibilidad de la elección, ya que en ella se reconocen y aceptan las condiciones de una y otra fórmula de lo deseado, ampliadas con la cosmovisión de lo que nos es posible, en el entendido de que siempre se alcanza lo deseado, pero sólo desde la responsabilidad se puede predecir el costo a pagar por la libertad. Y se asumen sus consecuencias.

La tercera es “la reflexión”. Decía algún sabio que no se podía medir nada, sin un referente, sin él no se puede caminar por el puente que se construye “desde” y que se moviliza “hacia”. En la inteligencia de que sin ese trayecto de introspección, cualquier elección quedará viciada de particularidades, de individualidades que nunca tomaron en cuenta que con tal o cual elección se incidió en las vidas del otro y quizás de un tercero, los que seguramente jamás tuvieron libertad de opción en la elección que los afectará irremediablemente.

La cuarta es actuar en libertad con la “voluntad impecable”. La libertad vista como atributo de la voluntad del hombre, concebida como poder, o facultad natural de autodeterminación. Sin ella, sin la voluntad impecable, estamos sujetos al error grave, a la mentira y al engaño, a la culpa, al miedo y al temor, al dolo y a la mala fe. Donde el desconocimiento de otras realidades, que pueden nublar la elección que más nos conviene o que más deseamos y sin ella la satisfacción, al alejarse, nos lleva a la frustración y al desengaño que por la experiencia no deseamos conocer.

La quinta descubierta desde la visión de la libertad jesuítica, deviene “discernimiento”, que es entre otras cosas, distinguir algo de otra cosa descubriendo las diferencias que hay entre ellas. No es una elección maniquea, que se pierde entre el blanco y el negro; es aquella que descubre los claroscuros de la realidad cotidiana y que encuentra que al vivir la diferencia, encontramos lo común de nuestra vida en comunidad.

La sexta condición sólo de manera práctica y descarnada es que se propone. Si acaso te das cuenta o tomas conciencia de que adoleces de las cinco condiciones de posibilidad anteriores, lo que te queda como última salida racional es que contrates seguros y fianzas suficientes para que alguien pague por tu inapropiada apropiación de libertad.

jueves, 18 de febrero de 2010

El estrés

Luis Manuel Román Cárdenas
UIA


La vida intensa que vivimos en la ciudad hace que nos estresemos de manera importante. Sin duda alguna una de las principales causas es la aceleración de nuestras actividades cotidianas. Además el convulsionado tránsito que muchas veces nos hace perder largas horas.

Los efectos en nuestra salud no se hacen esperar; gastritis, ulceras, dolores de cabeza y hasta paros cardiacos son algunas enfermedades que nos aquejan por la referida situación de tensión que genera el estrés. Aunado a lo anterior, últimamente se ha incluido en nuestra cotidianidad la zozobra por la inseguridad que vivimos en algunas ciudades de nuestro país. Las autoridades encargadas de velar por la seguridad de los ciudadanos en gran parte tienen la culpa del clima de violencia que actualmente se ha desatado por todo nuestro territorio nacional.

Muchas veces optamos por contrarrestar al estrés con la misma violencia con la que nos ataca. Otras veces optamos por evasivas como las drogas, el alcohol y el sexo. Hasta cierto punto estas últimas evasivas nos pueden ayudar a superarlo. Sin embargo, si se abusa de ellas corremos el riesgo de caer todavía más profundo en el estrés.

Pero, si bien cabe señalar algunas causas que ocasionan el estrés, es pertinente también proponer algunas alternativas que remedien dicho mal. Por principio de cuentas para alcanzar este fin, es necesario llevar una vida sana en la que se practique algún deporte, pues esto en gran medida nos ayudará a bajarnos el estrés. Consideramos que la buena alimentación debe de ser un elemento más para este fin.

También la diversión y los paseos son esenciales para tener una vida relajada. Por supuesto, la cultura se incluye en estos últimos, toda vez que la diversión y los paseos incluyen a la ciencia y al arte en general. Cuidemos pues que el estrés no nos agobie tratando a toda costa de eludir todas aquellas influencias negativas que lo hacen más intenso.

jueves, 11 de febrero de 2010

Panopticismo

Tropos de la memoria
Panopticismo

Por Ilán Semo, UIA
En el texto que Michel Foucault escribió sobre el diseño en que Bentham desarrolla en el siglo XVIII la idea de un presidio basado en el principio del panoptikum, se puede leer una visión sobre los tejidos del poder moderno que define, vista de desde la perspectiva de hoy, una ruptura en la historia misma del concepto de “poder”. Para Foucault el poder cobra sentido, ante todo, como una estrategia de vigilancia. Y vigilar supone, como operación esencial, una estrategia de observación. Doble estrategia: una manera peculiar de ordenar las cosas que se miran y la forma en la que se miran.

El Panoptikum de Bentham concibe un presidio circular o cuadrado, cuyas paredes interiores están constituidas por las celdas que recluyen a los presos. El preso tiene así una visión hacia el patio central, en el que se ubica una torre de una altitud mayor a la de los muros que sostienen a las celdas. Los guardias principales están situados en la parte superior de la torre. Así se logra una geografía en la que el guardia de la torre puede observar/vigilar las 24 horas a cada uno de los presos en la intimidad de sus celdas sin ser él mismo observado. Y más aún: puede vigilar a los vigilantes que atienden a los presos, sin que éstos sepan necesariamente cuál de los guardias los vigila.

La mirada del vigía central satisface así el requisito de poder vigilar todo el presidio y cada una de sus partes escapando a cualquier posibilidad de ser observado él mismo. Un ordenamiento que no dejaba de ser revolucionario en las prácticas carcelarias. La idea misma de poder observar el todo y sus partes, una idea que en el siglo XVII sólo era atribuible al ojo de la divinidad, adquiría así una solución sencilla y práctica. Foucault sugiere –aunque nunca se dedicó a investigarlo- que ese principio de observación acabó rigiendo otros órdenes modernos de encierro como la escuela, el hospital, el cuartel, etcétera, en donde el requisito de vigilar a los que vigilan suponía un nuevo tejido de seguridad y observación.

La pregunta de si este nuevo “orden visual” tuvo algún efecto sobre la mirada de la pintura a partir de la segunda mistad del siglo XIX se ha postulado de manera dispersa. Pero acaso habría que prestarle mayor atención de la que se le ha conferido. Al parecer, por ejemplo, una manera de codificar (o descodificar) ciertos cuadros de Escher daría pie a repensar la posibilidad de que el Panoptikum de Bentham incluía una orden visual más extenso y diseminado que el que suponía tan sólo el orden carcelario, al cual se le podría llamar simplemente panopticismo, tal y como lo sugieren V.R. Schwartz y J.M Przyblyski en su antología sobre la cultura visual del siglo XIX (The XIX century visual cultura reader, Routledge, 2004) La imagen Asalto mortal en el tiempo, en la que unos trabajadores limpian una superficie suspendida en el vacío, a la cual es imposible definir como un “piso” o un “techo”, donde el “arriba” y el “abajo” se confunden hasta la ironía, y el “atrás” y “adelante” son convenciones ya insostenibles, configura precisamente un orden en el que es posible observar “el todo y sus partes” sin perder la dimensión de ninguna de ellas.

El dilema o la paradoja del cuadro es que Escher ha inventado un orden visual que marca una ruptura, digamos terminal, con cualquier forma imaginable del “principio de realidad”. Y su ironía es que el efecto de panoptikum, el panopticismo, que aspira a “capturar” microscópica y telescópicamente la “realidad”, se haya traducido en una pintura que inhabilita cualquier principio de realidad.

Otra pintura a la que rige una paradoja similar es el mural que Diego Rivera pintó en Palacio Nacional a partir de 1929. El mural despliega una “historia de México” en tres muros dispuestos como tres aristas de un rectángulo. En la cuarta arista, la de la escalinata, se sitúa quien observa el mural. La “historia” se representa a través de más de un centenar de figuras dispuestas bajo un orden que ha suscitado las más variadas discusiones, desde su definición a partir del fauvismo (Octavio Paz) hasta quien ha encontrado en él un misterioso subtexto de la imaginación masónica. Sea como sea, lo que observamos en el extenso fresco es, una vez más más, un orden que nos permite observar “el todo y sus partes” simultáneamente. Pero precisamente la incertidumbre de esa discusión nos da a entender que Rivera desactivó cualquier relación posible con algún “principio de realidad”, tal y como le es dado a la pintura política del siglo XIX. El panopticismo del mural acarrea la misma ironía que los laberintos interminables de Escher: el todo es un concepto que, llevado a la tela o a los muros, sólo es concebible como el grado cero del efecto de realidad.

jueves, 28 de enero de 2010

El amor es violento, irresponsable y creador


Carlos Gómez, psicoanalista y académico de la UIA


Sin duda alguna el filósofo más importante aún vivo, y quien será el filósofo más trascendental para este siglo, es el franco-marroquí Alain Badiou. Para él la filosofía únicamente es posible si se compone de cuatro condiciones: la política, el arte, la ciencia y el amor. Sobre estas condiciones le ha dedicado un libro completo a cada una… excepto al amor. Pero no fue hasta noviembre del año pasado cuando su última publicación Éloge de l’amour abordó el tema del amor con profundidad.

El filósofo y profesor de la École Normale Superieure se pregunta con rigurosidad y mucha pasión sobre lo que hoy se entiende por amor en nuestro mundo. Para él, se torna imprescindible “reinventar el riesgo y la aventura contra la seguridad y la comodidad”. Badiou está convencido que si el amor es el tema que más interesa a los humanos es justamente porque es lo que dona a la vida de intensidad y significación. Es por ello que lamenta que hoy al amor se le confine al régimen de la ausencia total de riesgos.


El amor en Facebook, donde el perfil de la posible pareja contenga su foto, sus gustos, sus hobbies, su profesión, etcétera, es posible como una inmunización al riesgo. El amor hoy está “descafeínado”, es decir, se intenta tomar con todo su sabor pero sin sus riesgos y consecuencias inherentes. Los títulos de los libros de superación personal y la literatura “Sanborns” son ejemplares: “¡Oye! Tu alma gemela te está esperando”, “¡Libérate de la manipulación!” o “El amor no tiene que doler”.


La figura de un coach que nos daría los mejores consejos sobre las artes amatorias bien podrían ser Gaby Vargas, Deepak Chopra o Jorge Bucay: serían ellos quienes nos liberarían del peso del amor para asegurarnos la insoportable levedad de la paz y la armonía.

Pero esta amenaza se cierne sobre el amor por dos flancos: por su lado izquierdo por una concepción libertaria que lo reduce únicamente a las variaciones sobre el sexo; por el lado derecho por la concepción liberal que lo subordina al contrato, el matrimonio y la familia.


Los primeros afirman el derecho de los individuos democráticos “el goce bajo todas sus formas, sin ver que, en un mundo mercantil, sirven de precursores de la pornografía, uno de los mercados planetarios más importantes”. Los últimos ven el amor como un contrato entre dos individuos libres e iguales: no podemos olvidar que el matrimonio toma su etimología de “madre”, lo que asignaría al género femenino el lugar de madre únicamente, su contraparte sería el patrimonio.


Maternidad y propiedad definen el amor bajo el contrato conservador del Estado. Conviene recordar aquí las ideas (parafraseadas) de dos filósofos alemanes: 1) Kant: “el matrimonio es un contrato que asocia a dos personas de distinto sexo para la posesión mutua de sus atributos sexuales toda la vida”; 2) Schopenhauer: “Las mujeres son una trampa que la especie humana plantea a los individuos para reproducirse”.


Engatusamiento y contrato son los dos momentos que la derecha ve en el amor; cinismo y placer las condiciones que la izquierda propone.
“El amor es el examen del mundo desde el punto de vista del Dos” continúa nuestro filósofo, lo que quiere decir que es la apuesta (con riesgos) de pensar el mundo juntos sabiendo que lo único que los une es la diferencia (conjunción disyuntiva diría su maestro Gilles Deleuze).


Las decisiones más fuertes en el amor ponen en riesgo la fragilidad de la diferencia que los une: un cambio de trabajo, el nacimiento de un hijo, las enfermedades, grandes cambios en la vida, etcétera. “Punto por punto” se construye el amor a través de la diferencia.


Para Badiou los enemigos del amor son la familia (que traicionaría el dos de la diferencia por el tres), el egoísmo (que se atrinchera en dos unidades separadas) y la posesividad pasional (que fusiona el dos en un Uno que sofoca). En cada decisión se juega la fidelidad o la posible traición del amor.


El amor se inicia en el encuentro azaroso para convertirse en un Dos, luego la vida de a dos se construye y el amor se realiza en la duración de esa experiencia: no es simple encuentro fugaz sino la perseverancia de experimentar el mundo a través del Dos y construir la eternidad desde la diferencia.

jueves, 21 de enero de 2010

Irresponsabilidad social


Francisco V. Galán, director de Medio Universitario
UIA

De repente se puso de moda. ¿Qué hay de malo con la moda? La verdad sí hay mucho de malo. Durante su dominio es una tirana absoluta. Quien no viste, habla, se comporta, come, lee, etc., así, está perdido, afuera, en el pasado, en la insignificancia. Todavía eso lo paso, pero lo peor es después de la resaca, ya que ahora la moda anterior es lo más insignificante y sin valor que hay.


Son como aquellas novias que uno tanto amó y que por alguna razón no funcionó, o bien lo dejaron a uno. Donde sólo había complacencia ahora sólo hay reproches. Eso está pasando con la “responsabilidad social”. La palabra no es mala, por el contrario es bastante buena, es muy completa, permite incluir matices profundos. Filantropía no compite con ella.


Programas sociales, acción social, promoción, ayuda, solidaridad, civismo, ética, coherencia, integridad. La responsabilidad social incluye esos matices y aún más. En las propuestas hacia el ISO 26000 se están considerando siete rubros. Nosotros en la Asociación de Universidades Jesuitas de América Latina (AUSJAL) estamos hablando de cinco dimensiones o impactos.


La palabra combina muy bien la coherencia y cuidado de lo interno de una organización, con la atención a los deberes cívicos, el medio ambiente, la incorporación y promoción de los excluidos.
Pero se puso de moda. Ahora las empresas se quieren certificar como socialmente responsables. Las compañías más lucrativas en los negocios más mercantilizados de lo humano apoyan al TELETON o a causas socialmente responsables.


Tal vez veamos una asociación de pederastas construyendo un orfanatorio. No sé por qué me quejo si la ambigüedad es el pan nuestro de cada día, si somos una sociedad que olvida rápida y fácilmente las atrocidades del góber precioso y su círculo de amigos. (Y por favor que algún lector no me ponga en el extremo mnemotécnico de Martín Esparza de decir que hacía su marcha el 5 de diciembre porque él sí tenía memoria histórica de los sucesos de ¡¡¡ 1911 ¡!!).

En la cresta de la ola, ahora viene el lucro de las certificadoras y “promotoras” de la responsabilidad social empresarial. Los gobiernos de los estados organizan sus ferias y encuentros. Las universidades nos peleamos por ver quién está a la cabeza en acciones sociales.


Surgen organizaciones que compiten por el pastel ¡Cómo si fuera para presumir lo que nos debería dar vergüenza!

¿No hay nada bueno en esta moda? Sí, sí veo cosas buenas. Lo dije el otro día en una reunión de las que están de moda. Hay empresas un poco más serias en el tema que quieren eficiencia también en el manejo de los recursos que invierten en la moda y en cierta liberación de la presión fiscal. (¿No sería más responsable pagar los impuestos?) Esa exigencia de eficiencia, sí ha traído ventajas.


Hay buenos proyectos que se están promoviendo y que sí están beneficiando a grupos vulnerables. Hay historias de éxito. Son muy pocas, son completamente insuficientes, y casi no se están replicando, pero existen. ¡Y en este país!

Ya lo dije mi temor no es ahora, mi angustia es cuando en cinco o seis años la moda cobre su nueva víctima y entonces pensemos que hicimos bien en no tomarnos tan en serio la responsabilidad social, que hicimos bien en conformarnos con nuestro maquillaje y nuestros lentes para el sol. Para que tanto brinco si ya hay voces científicas de que el cambio climático quizás no es culpa nuestra…..

miércoles, 13 de enero de 2010

Hablar por teléfono


Alfonso Mendiola

Departamento de Historia, UIA


¿Cómo ha cambiado la evolución del teléfono la toma de decisiones? Para pensar esto debemos comenzar por la conversación más natural: la que realizamos con otra persona en un mismo lugar. Si nos detenemos en la comunicación cara a cara, debemos sacar la conclusión de que una decisión se tomaba, por dos personas o un grupo, en un espacio particular: la sala de juntas.


La sala de juntas obligaba a planear con anticipación las reuniones y el tiempo que iban a durar. Por otro lado implicaba el desplazarse de la casa al lugar de la reunión. Si añadimos que no había teléfono, las reuniones se tenían que programar con mucha anticipación y por un largo periodo.


Lo anterior significa lo siguiente: todos los participantes en la toma de decisión sabía que tenían que verse todos, y digo todos, los jueves de fin de mes a una hora determinada y en la sala de juntas. Pensemos el tiempo que eso implicaba y la planeación que exigía. Hay algo que quiero destacar de esta forma de tomar decisiones: los cuerpos y los rostros se hacían presentes. La gente se sentaba alrededor de una mesa y se veían los rostros unos a otros.

Después vino el teléfono fijo. A partir de ese momento las personas se podía citar de una semana a otra, es decir, las juntas no estaban calendarizadas, podían ser en cualquier momento. Los participantes podían saber con anticipación lo que se iba a tratar en cada reunión. Aún más, haber conversado con algunos de los participantes para llevar una propuesta común. De alguna forma la junta estaba preparada en sus contenidos de manera previa. Un límite era que no se podía encontrar a las personas en cualquier momento y cualquier lugar, pues el teléfono estaba o en la casa o en la oficina. Las personas no estaban al alcance en cualquier lugar y en cualquier momento. De alguna forma había que anticipar las cosas, nada al momento.

Finalmente llegó el teléfono móvil o celular, y lo vino a cambiar todo. Mientras que la llamada al teléfono fijo comenzaba por “bueno”, “con quien hablo”, “se encuentra tal persona”, etcétera. El teléfono móvil o celular construye una forma de comunicación absolutamente inédita.


La conversación comienza por la enigmática pregunta “en dónde te encuentras”, pues el móvil posibilita la ubicuidad absoluta. Para entender lo anterior bastaría con que cada lector pensara en que lugares ha contestado su celular: el coche, caminado por una pasillo, en un restaurante, en un cine, etcétera. La segunda pregunta es “puedes hablar, no te interrumpo”.


Todo los lugares en que se podría estar cuando se contesta un celular hacen que transformemos nuestra concepción de la comunicación. ¿Quién no ha visto a personas caminando por una calle y hablando por el celular? Ahora estamos a disposición permanente todo el tiempo. Hay de aquel que no conteste su celular. Estamos ante un mundo de la disposición absoluta. Este invento ha construido un mundo de la toma de decisiones totalmente nuevo.


En cualquier momento se puede tomar o cambiar una decisión. Hemos entrado en el mundo del tiempo cero, es decir, todo se hace al momento. El mundo del teléfono celular es el mundo donde sólo existe el presente inmediato, ya no hay pasado ni futura. El teléfono móvil como el imperialismo del presente. Por todo lo dicho, hagamos un homenaje, en este diciembre, a los hombres que se toman su tiempo para reflexionar con calma lo que deben hacer.