miércoles, 9 de diciembre de 2009

Crónica de una apocalíptica chabacana en el siglo XXI


Pero el día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos… (Mt. 24:36)

Miguel Ángel Sánchez Carrión
Coordinador del Centro de Humanidades
Dirección de Educación Continua
Universidad Iberoamericana

Vengo escuchando desde hace algún tiempo una perorata sobre el fin del Mundo. Algunos dicen que los mayas lo predijeron para el 2012 y que su calendario era de los más exactos hasta ahora conocidos.


Esto, a pesar de que cualquier calendario actual es mucho más eficiente que el que podrían haber tenido los mayas que se encontraban en la Edad de Bronce. Lo que en realidad sucede es que en todo esto hay un sutil dejo de esoterismo socavado que quiere otorgarle a los mayas una sabiduría oculta, parecida a la que se le atribuye a los antiguos egipcios y que realmente no tiene ningún fundamento ya no digamos científico, sino de sentido común.


La precisión del llamado Calendario Maya es tan ambigua como el contenido del Libro de los Muertos o del Corpus Hermeticum, Es decir, está más en la mente de quien lo lee que en el texto mismo y estos libros, junto con muchos otros sobre el mismo tema, deberían agruparse en un Corpus Fantasticum, ad hoc para su volátil imaginación.


Otros, sin duda no menos obtusos que los anteriores, atribuyen el fin del Mundo al alineamiento planetario que tendrá lugar el 21 de diciembre del 2012, a pesar de que hemos tenido incontables alineamientos planetarios a lo largo de la historia y nunca ha pasado nada, como tampoco nada pasará en el alineamiento que viene.


Otros más seguramente asignan a Nostradamus y alguna de sus profecías que nadie entiende y por eso se pueden adaptar a casi cualquier evento sin que tenga ninguna importancia el lugar, la época o los protagonistas.


Pero de todos ellos, los que me han parecido más extraordinarios son los que atribuyen el fin del Mundo a lo que han escuchado de películas como la que lleva por título “2012” de Sony Pictures. Lo que me parece extraordinario es que exista gente que entienda la realidad a partir de la ficción y no la ficción a partir de la realidad.


El hombre es, dice Xavier Zubiri, un animal de realidades, no un animal de ficciones. Se alimentan de ficciones quienes tienen una mente anoréxica.


La agudeza mental proviene de la lectura, la meditación, la dialéctica y aquello que los griegos llamaban theoria y que consiste en un cuidadoso examen con la mirada que, junto con la Sophia, que suele traducirse como sabiduría y, al unirlas, el espíritu griego hizo emerger lo que hoy se llama filosofía y que consiste en el gusto por la sabiduría, pero no la sabiduría chanflona de que hablan los esotéricos y apocalípticos, sino aquella que proviene del cuidadoso examen de la realidad que la inteligencia hace, inter (entre) y legere (leer), al “leer” la realidad.


Es aquí donde justamente encontramos la sabiduría de occidente y no en tradiciones entenebrecidas por la superstición y la ignorancia. Si el fin del Mundo ha llegado, es porque el Mundo (Kosmos) en tanto que es orden, como lo entendieron primero los griegos y después los latinos, ya no existe. Ahora reina el desgarriate, la inconsistencia, lo que los mexicanos llamamos el desmadre.

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