jueves, 17 de diciembre de 2009

El Bicentenario tras bambalinas

Emilio H. Quesada Aldana
Universidad Iberoamericana

La noche del 15 de Septiembre de 1810 inició nuestra lucha libertaria, pero ésta terminó con el fusilamiento de Morelos el 22 de Diciembre de 1815. Después vinieron otros sucesos como el de Francisco Xavier Mina, con otras raíces, cuyos ingredientes alimentaban otros enfoques.

El 21 de Septiembre de 1821 se consumó nuestra Independencia y comenzamos a ser libres de la tiranía que nos ligaba a España, pero analicemos los principios del ahora.

La España que nos engendró en el maridaje con las múltiples sangres indígenas fusionadas durante 300 años, partió del idealismo unificador de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, en un deseo de integrar una España totalmente dispersa con el vínculo medieval de la única fe admitida. La fe que remataba en Cruz todas las coronas, producto del Sacro Imperio Romano convertido desde Constantino.

Bajo esta filosofía vivieron los Templarios, Cruzados, Monjes, Mendicantes y la iglesia en general, hasta la Reforma y la Contrarreforma.

Cuando América fue descubierta en 1492, solo se justificaba su dominio mediante la acción evangelizadora que redimiría a los paganos para alcanzar la única salvación. ¿Qué importaban todas las consecuencias temporales si al fin se les daba la salvación eterna?. Los Austrias, desde el Escorial, fueron consecuentes con este transcurrir filosófico. Se le llamó Hispanidad, “Si somos hijos de un mismo padre que es Dios, somos hermanos entre sí, de donde se sigue la igualdad esencial entre los hombres y entre los pueblos”.

Este concepto fue vigente con sus bemoles hasta el siglo SXVII, pero al gobernar los Borbones, a partir del siglo SXVIII, viene una mentalidad colonialista como la que habían conformado las posesiones inglesas y francesas, y el calvinismo había creado, según ellos, a los “auténticos hijos de Dios que podían y debían aprovechar a los réprobos a quienes ni Dios había aceptado (origen del Destino Manifiesto)”.

Este imperio español, explotador y ajeno, coincidió con el mayor auge mexicano, cuando ya nos empezábamos a llamar así: “Mexicanos”, cuando nuestra moneda era
la divisa fuerte en el comercio con Oriente, y la plata mexicana construía el Palacio Real de Madrid, y los baluartes caribeños, más por motivos económicos que bélicos.

La injusticia planteada por Abad y Queipo al Rey, no logró mermar nuestro saqueo, y la sociedad mexicana planeó un golpe de estado que comandado por el Ejército con Allende a la cabeza, sería avalada por la población civil , acaudillada por Hidalgo. Se lucharía por una justicia social. Este despertar, tras los errores de quienes no eran agitadores sino líderes, terminó con el fusilamiento de los primeros caudillos en 1811.

Tomó la estafeta Morelos, y logró grandes avances militares, pero sobre todo creó una conciencia de realidad social con “Los Sentimientos de la Nación” y el primer intento constitucional de México. El caudillo murió fusilado en 1815 por haber creído que los suyos eran aptos para la democracia. Con él muere el proyecto de una Independencia desde el pueblo y para el pueblo.

En 1821 la oligarquía que había derrotado a los Insurgentes se ve amenazada por el poder de facto de la masonería española en la revuelta llamada Revolución de Riego, jurando la Constitución de Cádiz que terminaba por anular aquella “Hispanidad” que nos había engendrado en el respeto a la Iglesia institucional y sus privilegios, afectando también a un mundo conservador con el pretexto de una liberalidad de cuño extranjero.

Las pláticas, que ahora llamaríamos de café, se llevaban tradicionalmente en La Profesa, iglesia anteriormente jesuita, en donde se recurría a las sabias exposiciones de los hijos de Loyola. Ahora el canónigo Matías de Monteagudo continuaba como anfitrión de los casos trascendentales.

En La Profesa acordaron que la Independencia que habían sofocado 6 años antes hubiera sido la solución para los problemas presentes. Ahora se procedería a ella pero desde los planteamientos de una sociedad patriota y nacionalista, mas burguesa.

Agustín de Iturbide, criollo, originario de Valladolid (Morelia), quien acabó con Morelos pero en opinión de Calleja (el comandante realista) y de los observadores de la época, el único que sería capaz de lograr la Independencia, fue el elegido para comandar el ejército que lograría la victoria.

Ésta se consumó el 21 de Septiembre de 1821, sin derramamiento de sangre, bajo el ideario que significaban los colores de nuestra bandera, inventada entonces para pregonar la lucha del Ejército Trigarante o de las 3 Garantías. Verde, color de esperanza, la lucha del pueblo mexicano por su Independencia; blanco, color de pureza, la de la religión católica mancillada por la legislación española; y rojo, color de sangre y amor: la unión de mexicanos y españoles por medio de la sangre, o sea el mestizaje de la nueva patria.

¡Quién le iba a decir a España que México consumaría su Independencia en defensa de la Hispanidad engendradora de la Mexicanidad.!

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