martes, 25 de octubre de 2011

La temporalidad del Facebook


Por Dr. Francisco Galán Vélez / Caterático de la Ibero

La filosofía me ha llevado a reflexionar sobre asuntos fundamentales de la vida, incluidos mis vicios. Ya escribí que nuestra fascinación por el facebook está mucho en la posibilidad de escribir, y por supuesto saber que alguien nos leyó. Me quedé con la idea de que mi tesis tal vez valiera para “nosotros”, pero ¿quiénes somos?

¿Los rookies de mi edad? ¿Los que comparten mis patologías y gustos? Hice incluso una página “feisbucólicos públicos”, buscando que otros adictos quisieran reflexionar sobre lo bueno y malo del face, por supuesto sin excluir la que quizás sea la mejor forma de reflexión: el humor. Aún me río con el vídeo español que alguien compartió de la señora mayor que descubre el face y hasta en el entierro de su esposo está “posteando”, ni qué decir de la escritura en el baño.

En “el ser y el tiempo”, para mí es uno de los tres libros más fascinantes del siglo XX, Martin Heidegger, señaló que somos temporalidad, un flujo de consciencia unitario que se despliega a la vez hacia tres dimensiones: La del advenir, puesto que futuro es lo que aún no es, nosotros nos movemos, anticipamos o advenimos hacia posibilidades; la de lo que hemos sido y que llevamos con nosotros, y por eso no pasado; Y presenciación de presentaciones con las que nos tenemos que arreglar o acoplar, y no algo meramente presente.

Aunque siempre se dan unitariamente estos tres éx-tasis, uno de ellos lleva la dirección principal, pero no puede ser el presenciar, pues este momento, ¡ay, ya se fue! El presente (mal dicho, pero en fin esto no es una revista de filosofía) debe aliarse con el sido o con el advenir. La dirección dominante es el modo como vivimos nuestro ser temporal (el temporaciarse de la temporalidad).

Cotidianamente vivimos desde cómo ha sido, pues buscamos evadir lo que ciertamente nos adviene a cada momento que es la muerte, y queremos anclar nuestro ser, queremos controlarlo y disponer de él, aunque el precio que paguemos sea ser uno como los demás. Uno nace, uno crece, uno estudia, uno escribe en facebook, uno morirá pero por lo pronto aún no.

La evasión de nuestro ser para la muerte nos lleva al parloteo, la conversación banal, y al afán de novedades: ¿Ya sabes que fulanita dejó a su marido? ¿Ya sabes que Calderón, Peña Nieto, etc. es …? En realidad no pasa nada, el ser no acontece, solo se fuga en las habladurías.

Ya dije que no soy detractor del face, pero veo que mucho de mi adicción es por ese afán de zapear de muro en muro, de no perder la última actualización. Y aunque ponga uno fotos, evado mi corporalidad que anuncia mi muerte, aunque siempre estoy preso de ese deseo infinito del otro, del calor y acogida del otro, que a veces se queda con el paliativo de “15 amigos” que pusieron “me gusta.”

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